Que se hayan cumplido 40 años de su estreno; que a raíz del Sanfic, Paul Schrader, su guionista, haya visitado Chile; que esté fácilmente accesible en Netflix, juntan razones para revisar "Taxi Driver", la icónica cinta de Martin Scorsese.
¿Qué se puede decir de ella que no se haya dicho ya? Intento algunos apuntes:
-Primero, para los perdidos: la cinta sigue a un taxista, joven, solitario, moviéndose por Nueva York un caliente verano de mediados de los setenta. Su nombre es Travis Bickle (Robert De Niro).
-Describe una ciudad en decadencia, sucia, caótica, invadida por sirenas, repleta de prostitutas y cines porno. Todo, sin embargo, está filmado con fascinación, lascivia incluso, donde la mirada del protagonista, hipnotizada por la ciudad, se confunde con la mirada hipnotizada del propio director. Sí, Travis dice que todos son una porquería que ojalá fuera arrasada por un gran diluvio, como si fuera la voz del ángel de la muerte. Describe cómo debe limpiar restos de semen y sangre del asiento de pasajeros. Estas señales se refuerzan con diálogos feroces, como los de un pasajero (el propio Scorsese) que habla de que su señora está con un negro y de que la va a matar con una Magnum 44; o del
pimp de Iris (Jodie Foster), una niña de supuestos 12 años y medio que describe como una máquina sexual. Sin embargo, nunca vemos al marido traicionado hacer nada; Iris resulta ser una niña muy ingenua, que solo quiere algo de cariño; y el mismo Travis es incapaz de llevar adelante el atentado al candidato presidencial para el que tanto se prepara. Salvo la masacre final, "Taxi Driver" es una película de hocicones. La mentada corrupción humana está en las narraciones más que en las imágenes.
-Scorsese aparece en dos papeles distintos. En uno, está en la calle, sentado sobre un escaño, mirando a la gente pasar, vagoneteando. En el otro, es el marido torturado. ¿Por qué se puso dos veces? En la primera, aparece tal como Hitchcock lo hacía en sus películas: mudo, irrelevante, como una firma. En la segunda, es todo un personaje secundario, que al hablar de la Magnum evidentemente cita a "Harry El Sucio" (1971), mientras mira a "su" mujer en una ventana, en lo que es una cita a "La ventana indiscreta" (1954), de Hitchcock. Es como si Scorsese, contra el realismo aparente de su puesta en escena, quisiera reforzar su carácter artificial. La inquietante música de Bernard Herrmann, compositor de Welles, pero sobre todo, otra vez, de Hitchcock, refuerza esta impresión.
-Así como la imágenes de Nueva York aún fascinan (especialmente hoy, cuando esa urbe sucia y lasciva ya no existe), el misterio en torno a Travis también permanece. ¿Es un psicópata? ¿Es un estúpido? ¿Es un idealista? ¿Es un iluminado? ¿Por qué quiere matar al candidato presidencial? ¿Para vengarse de la indiferencia de Betsy (Cybill Shepherd)? ¿Porque está aburrido? Las preguntas, incluso, van mas allá del personaje, hacia nuestra relación con él. ¿Por qué lo seguimos? ¿Por qué nos importa lo que hace o no? ¿Es su masculinidad? ¿Su ascetismo? ¿Su decisión? ¿Qué misterio esconde? ¿Porque nos gustaría que tuviera éxito con Betsy? ¿Su soledad es un recuerdo de la soledad por la que alguna vez pasamos y aún nos amenaza? Schrader y Scorsese, como dupla y por separado, han sido expertos en escenificar a personajes que, si tuviéramos la distancia para mirarlos en frío, serían fácilmente condenables desde un punto de vista moral, sin embargo, al mismo tiempo, nos fascinan y tendemos a seguir, a admirar o incluso, secretamente, a querer. Deberíamos entender mejor los mecanismos mediante los cuales esto se logra. Sospecho que aquí existe una lección respecto a cómo mirar al otro.
Taxi Driver
Dirigida por Martín Scorsese
Con Robert De Niro, Jodie Foster, Cybill Shepherd, Harvey Keitel.
Estados Unidos, 1976, 103 minutos.