Después de dos años y medio de "reforma educacional" llevada a cabo a través de complejos proyectos legislativos y con enormes compromisos económicos para el fisco -que tienen al pobre ministro de Hacienda al borde de un ataque de nervios-, la coordinadora de la Unidad de Currículum y Evaluación del Ministerio de Educación dio a conocer una propuesta de amplia reforma curricular.
Es, hasta ahí, una buena noticia. Por primera vez, la discusión se focaliza hacia los contenidos educacionales, por primera vez desde que este gobierno empezó a campanillear tupido y parejo con la educación se oye hablar del tema clave en educación: qué se va a enseñar a los alumnos. Al fin, ¡eureka! Por Dios que se han demorado en entrar en el fondo. No más platas, no más sostenedores, copagos, ni lucro.
Todas las reformas aprobadas hasta ahora tocaron solo la dimensión institucional, social y económica -las cuales indirectamente afectarían la calidad de la enseñanza-, pero en el aula, en la sala de clases todavía no se había puesto ni la punta de un pie. Por eso cuando la Unidad de Currículum y Evaluación anuncia una modificación curricular sustantiva, que solo requiere un decreto para llevarse a cabo, apunta al centro del problema educacional. Celebro, de entrada, que nos pongamos a hablar de educación en la reforma a la educación.
Como era de esperar, la propuesta produjo reacciones encontradas. Si mal no recuerdo, durante el gobierno del Presidente Piñera se propuso aumentar las horas de lectura y matemáticas y reducir las de historia y se le vinieron encima todos los historiadores de Chile: adiós reforma. Pues bien, ahora desaparece la historia como disciplina autónoma y sus contenidos son absorbidos por una majamama que se llamará "Ciencia, naturaleza y sociedad", un título que, en verdad, podría entenderse como abarcador de todas las asignaturas.
La filosofía (pertenezco al gremio, por lo que me sumo a las alegaciones de mis colegas) también desaparece y se funde con "La educación ciudadana"; surge la asignatura de "Salud"; lenguaje y comunicación (ex Castellano) pasaría a llamarse "lenguaje y literatura" (¿desaparecerá la comunicación del programa y se extenderá a los estudios de literatura?)
Lo que choca es que este tema esencial, "el tema", no se haya planteado, desde un principio, como una discusión abierta a toda la sociedad. Aquí sí que se necesita una comisión de alto nivel, de composición plural, con integrantes que representen a las instituciones que durante años se han venido preocupando de este asunto. Las universidades, desde luego, deben ser llamadas a contribuir. El contenido y la metodología de enseñanza, el qué y el cómo educaremos a las generaciones futuras, ¡por favor!, no pueden ser resueltos por una unidad burocrática del Mineduc.