En el párrafo que encabeza el texto de
Bolígrafo o Los sueños chinos, G. M. nos informa que arrienda un departamento en Ñuñoa cuyo dueño se ha mudado a Vitacura, a pesar de que no está muy convencido del cambio. En la bodega, G. M. encuentra una libreta de notas que contiene un diario de vida y que ahora G. M. entrega a la publicidad. El autor real asume ficticiamente el papel de intermediario entre el lector y lo que ha escrito otra persona; este recurso otorga mayor verosimilitud a la verdad contenida en el diario de vida y refuerza al mismo tiempo su poder de convencimiento sobre quienes lean la historia que viene a continuación.
Poco sabemos sobre el autor del diario de vida. Fue un estudiante que abandonó la carrera de Leyes a fines de los años sesenta o comienzos de los setenta; que participó en los movimientos revolucionarios de esa época y que como tantos otros tuvo que exiliarse durante un largo periodo. Según parece, desde su regreso al país ha logrado subsistir como vendedor de artículos veterinarios y alimento para perros; lo demás ha sido solo una oscura y monótona existencia. "Estos apuntes sólo pretenden ser el bosquejo de una vida anodina, gris como una mancha de aceite, desde que regresado a Chile habito solitario en un departamento de Ñuñoa...", se lee al comienzo del diario de vida. Su escritura, desprovista de alardes literarios, lo refleja como un individuo distanciado de la realidad que vive una moderna forma de extranjería. El lenguaje es directo, con adjetivaciones casi inexistentes, áspero a ratos, pero siempre dramáticamente efectivo. Sus palabras diseñan con inclemencia la imagen de un hombre demolido por el aburrimiento y por la rutina exasperante de un trabajo comparable al del caballo atado a la noria. Las únicas actividades que le ayudan a sobrellevar la asfixia cotidiana son la redacción de anónimos, accidentales amoríos pasajeros, visitas a prostíbulos, a garitos clandestinos o a carreras de caballos. Pero además de contemplarse a sí mismo con implacable dureza, el autor del diario de vida también incluye reflexiones sobre su escritura ("las palabras no tienen dueño..."), sobre el momento histórico que vive ("la clase media chilena hoy es un batiburrillo social..."; "Chile en su aparente unidad constitucional es un país disgregado, hecho de retazos, de poblaciones aisladas, de culturas disímiles"), párrafos que llama "filosofadas" y ácidas y amargas anotaciones acerca del deterioro o la desaparición definitiva de los ambientes que años atrás reflejaban la identidad de Santiago.
Un encuentro inesperado abre la posibilidad de encontrar un nuevo destino que termine con la monotonía de su existencia. En una reunión del Kennel Club a la que debe asistir por obligaciones de trabajo conoce a Eloísa, adinerada viuda que vive en una elegante mansión de Vitacura. La intimidad que surge entre ambos podría ser la puerta de escape de su letargo existencial. Sin embargo, su decisión de aceptar una propuesta de Eloísa y el inopinado desarrollo que adquieren los acontecimientos posteriores, en especial el triángulo de anómalas relaciones que se establece con la llegada de una sobrina de Eloísa, evidencian la fuerza con que el tedio y la ajenidad lo mantienen encerrado desde su regreso a Chile. El único cambio en su vida ha sido transformarse de "ex vendedor de alimentación canina en un chulo de alquiler". La posibilidad de una existencia alternativa permanece reducida a sueños chinos, imposibles: "Espero cierta vez, si existe la ocasión privilegiada, experimentar el acontecimiento que trastorne los días que me quedan, como, por ejemplo, vivir un amor desesperado o atravesar la tempestad de una revolución".
El interesante relato de Germán Marín es un patético símbolo: el testimonio de un vencido, de un antiguo idealista que luchó por cambiar la realidad pero a quien las circunstancias históricas han convertido en un hombre ninguno, condenado a un perpetuo distanciamiento de esa realidad que alguna vez quiso transformar.
Bolígrafo o Los sueños chinos
Germán Marín
Ediciones UDP,
Santiago, 2016,
367 páginas.