Es probable que la cantidad de penas compartidas o expresadas a través de la prensa, la violencia y el miedo inmotivado e impredecible, y la gran soledad que nos acompaña en el mundo activo y agobiante de las grandes urbes, nos hayan hecho creer que nuestro rol con quienes nos rodean y sufren sea consolarlos.
Es una linda motivación humana. Hablar del futuro para olvidar el presente ("Vas a estar bien dentro de un tiempo, no te preocupes") o relevar lo que pudo ser y no fue ("Tenemos que dar gracias que no fue peor"). Quienes consolamos también tenemos miedo, pudimos ser nosotros y nuestros amigos o familiares los expuestos al dolor o, más en el inconsciente, sabemos que cada día es una aventura y que para sobrevivir con sanidad debemos olvidar o negar los peligros que en la vida diaria nos pueden causar dolor. Gracias a un mecanismo inconsciente aprendemos a vivir negando los peligros que nos acechan. Cuando a alguien cercano le pasa algo duro, ese mecanismo se terremotea, pero luego vuelve a su cauce. Así de sabia es la vida y la capacidad del hombre de recuperarse y fortalecerse.
Está bien consolar. Pero es importante que sepamos que en momentos muy duros quien vive la tragedia no quiere ser consolado. Quiere estar acompañado, sí. Quiere sentir que los que lo rodean, sus amigos del mundo habitual, quieren estar con él porque comprenden que la compañía y el amor son un gran consuelo. Lo que no quieren es que les minimicen la tragedia.
Y lamentablemente las palabras de consuelo se parecen a la negación en el sentido de que al minimizar la gravedad de un hecho doloroso para la víctima, parecen decirte "no sufras tanto." Y quien ha sido atacado en su habitualidad quiere que le digan "que horror lo que estás viviendo".
Acompañar en silencio, llorar con el otro, reconocer que el hecho ocurrido es fuente de quiebres, compadecer, asumir pública y expresamente la calidad de víctima del que sufre es la verdadera manera, la más linda, más humana y más útil de acoger el dolor ajeno.
Esto vale para el dolor de la mujer abandonada que no resiste escuchar que la "consuelen" diciendo "mira, mejor te libraste de él ahora que eres joven". Parece caricatura, pero en los horrorosos atentados en Europa, el consuelo muchas veces ha venido a través de comparaciones o comentarios que solo han hecho sentirse más solas a las víctimas.
Es, entonces, importante recordar que todos vivimos con miedo. Y si no lo sabemos, nuestro inconsciente lo tiene muy claro. Si nos hacemos cargo, le hacemos un favor a nuestra salud mental