Como sus colegas de la corriente constructivista en Chile, Gustavo Poblete (1916-2005) recorrió las distintas etapas de la abstracción pura: Rectángulo, Forma y Espacio. Eso, hasta conseguir una visión personal de la pintura fundamentada en la geometría. A 100 años de su nacimiento, el Museo Nacional de Bellas Artes le dedica una completa retrospectiva. Podemos, así, conocer una evolución consecuente que parte, como es lógico, con la admiración por Cézanne. Un firme retrato femenino de 1946 lo demuestra. A partir de fines de los años 50 aparece ese tratamiento característico de la composición en sentido vertical, que lo individualiza. Después, la década del 60 resulta notoriamente fecunda. Cabría destacar de entonces Estructura IX (1960), donde el sector marginal vacío desempeña también un rol protagónico. Nueve años posterior, Estructura XV ofrece una interesante coloración, mientras Serie negra N° 11 (1966) sobresale por sus grises, ocre, negro y blanco. Sin embargo, ya en esos mismos años encontramos construcciones tridimensionales: el muy elaborado E.I.P. Prisma, hecho con perfiles de madera distribuidos en tres caras, además con relieves pegados de similar material. Asimismo, sobresale la reconstrucción posterior del cinético E.I. -P-3-67, que coloca una banda iluminada y giratoria dentro de un enmarcado blanco y negro de formas en ángulo recto.
Tratándose de un artista pródigo en acordes cromáticos afortunados, nos parecen menos convincentes los arranques de color en ciertos óleos de los años 80, 90, junto a uno de 1975. Eso no impide que cuelguen, de aquella misma época, testimonios hermosos por su coloración: J.V.-02-86 y J.V.C.-05-80, por ejemplo. Por otro lado, una obra de 1985, Pilar kinético, es un interesante trabajo plenamente cinético. Lo integran ocho bandas rectangulares que giran, iluminadas desde abajo por luces de color, si bien el segundo de sus segmentos oscila apenas, impulsado solo por el desplazamiento del aire en ascenso. Un tubo de cristal encierra este trabajo móvil.
Pero es desde la década del 90, precisamente, cuando Poblete desarrolla su aporte más genuino. Si hasta entonces la sólida, la bien estudiada estructuración de las imágenes fue cimiento capital de su producción, la exploración del ejercicio contrario será su mira dominante. De ese modo, mediante blancas rectas de madera, logra dinamizar sus formas y expandirlas hacia el espacio circundante. Esa dislocación de la estructura tradicional introduce un estimulante diálogo con el entorno, que se integra a la obra. Así hallamos, de 1994, el bonito E.I.P. N° 7 o E.I. N° 9. Asimismo, haciendo del vacío del muro porción elocuente suya, se exhiben otras realizaciones atrayentes. En cambio, dispuestas en medio del espacio, brillan Estructura dislocada N° 1, la sutileza de Desestructuración espacial N° 1 y el movimiento interno de Estructura fusionada N° 3, ambas de 2003. Completan la retrospectiva dibujos geométricos desde 1961, algunas serigrafías y la introducción temática del cuerpo femenino en los años 70; este último hecho no añade mayor significación a los méritos del conjunto.
El mismo museo nacional presenta, en el balcón principal de su segundo piso, una escultura grandiosa. Ejecutada por entero con cartón, resulta la primera etapa de un proyecto de la experimentada Soledad Omeña. Consta de piezas modulares de superficies enriquecidas por hendiduras regulares en función de textura. El vital dinamismo de este trabajo parte de una fragmentación de formas desde su centro y desde abajo, para ampliarse en volúmenes que se disparan, casi como una explosión armoniosa, hacia el espacio.
Si Gustavo Poblete marca un paso más allá de los fundamentos de la abstracción geométrica, Patricio Court (1941) amplía aquellos postulados rumbo al futuro. Pinturas en técnica mixta, ante todo de amplio formato y ejecutadas sobre tabla con yute durante el año actual, además de otras en dimensiones menores sobre cartón del período 2014-2015, se muestran en las dos plantas de Galería Artespacio. En general, se trata de formas pródigas en ángulos rectos, que evocan los tejidos precolombinos y las geometría típicas de los posteriores textiles indígenas de Sudamérica. Desde luego, llama la atención el exuberante manejo de las texturas, circunstancia que repugnaría a los miembros militantes de los grupos geométricos nuestros del siglo pasado. Justamente, mediante el tratamiento textural obtiene el artista obras muy hermosas y que dominan, mayoritariamente, la exposición entera. La fuerte personalidad táctil del vulgar saco campesino y el mantenido acorde cromático resultan ser el gran protagonista. Manejados con hondo sentido formal, con dibujo enérgico, provocan variaciones casi inagotables de rojo ladrillo oscuro, negro y vibrantes tonos tierra. A veces asoma el gris claro -en los cartones- e, incluso, el ocre adquiere tinte dorado. Entretanto se desliza, triunfante, algún trazo verde o azul, propio del marcado del envase de yute. Hasta en ciertos momentos, la textura se aproxima al informalismo. Un grupo de pinturas de 2015, por último, ya aclara su coloración, ya utiliza el cartón acanalado, ya su dibujo sugiere signos.
Poblete, 100 años
Amplio panorama de la evolución de Gustavo Poblete
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes
Fecha: hasta el 25 de septiembre
Court, obra reciente La textura y el color en Patricio Court
Lugar: Galería Artespacio
Fecha: hasta el 26 de agosto