Primero, prevenimos: "El corazón del gigante egoísta" no es -cómo parece esperable y se la ha descrito- una obra infantil. Está fuera de lugar en el 9° Famfest el cual, peor todavía, la anuncia en su folleto para mayores de 7. Con suerte es posible que interese a jóvenes muy listos. Su material lo puede degustar más bien un público adulto bien ilustrado; se destina, en rigor, al niño dentro de ese espectador crecido.
Esta producción del GAM, que cedió a dicho festival de 'teatro familiar' y seguirá en cartelera allí después que este termine, tiene por cierto antecedentes prometedores. El texto de Manuela Infante, hoy por hoy la directora chilena de más elogiada y notable trayectoria ("Xuárez", "Cristo", "Narciso"), es una "versión" suya del célebre cuento que Oscar Wilde publicó en 1888. Y su puesta en escena la aborda un elenco fogueado que lideran dos figuras mayores de nuestra escena, Amparo Noguera y Marcelo Alonso, incursionando en un tipo de propuesta distinta a todo lo que hicieron antes.
La pregunta es: ¿A quién se le ocurriría que este artificio en la constante conceptual y abstracta de la realizadora, que toca de paso cuestiones complejas como -entre varias otras- el deseo, las nociones de propiedad privada y libertad personal, la circularidad del acontecer, la relatividad de tiempo y espacio, la ficción dentro de la ficción y la muerte, podía ser procesado por un menor? ¿Alguien le habrá echado una mirada al libreto?
El montaje, que dirigió Juan Pablo Peragallo, reduce a 70 minutos los caudalosos tres actos de un texto difícil de definir, cercano a primera vista a "Alicia en el país de las maravillas" de Lewis Carroll, por su libertad de fabulación y gusto por la paradoja y el enigma, y/o a "El pájaro azul", de Maeterlinck, también una abigarrada fantasía simbolista cuyo relato mueve una infinidad de personajes alegóricos (medio centenar) en tanto da muchas vueltas y revueltas. Ambas, obras infantiles que aprecian mejor los adultos. Pero su referente más próximo puede estar en los espectáculos del francés Joël Pommerat, tal como su "Cendrillon" (Cenicienta), que Santiago a Mil ofreció aquí en enero antepasado, es una reescritura personal y multiforme de un popular cuento de hadas, cuya forma y estructura desmantela con el fin de re-conocerlo y re-significarlo.
Visto así, como un elaborado experimento contemporáneo percibido con mirada adulta, "El corazón del pequeño gigante" desafía a su público a desentrañar para dónde nos conduce y qué es lo que intenta decirnos. Contrario a la bella y simple poesía del relato de Wilde al que toma solo como pretexto, es un sinuoso laberinto que se bifurca en incontables pensamientos y especulaciones sobre distintos asuntos, arranques poéticos y alusiones quizás jocosas a motivos actuales. Pasa revista a tantos tópicos, que al final termina por no desarrollar ni referirse en específico a ninguno de ellos.
Fuera de Noguera y Alonso que encarnan al gigante (y su amigo ogro) y su maltrecho corazón, otros seis ejecutantes se multiplican de modo indiferenciado en variados y cambiantes personajes simbólicos; lo que no ayuda a esclarecer la exposición harto confusa, hasta enredosa. Cuando hacia el final y muy tarde la acción retoma su fuente haciéndola parcialmente reconocible, la puesta acude a recursos del teatro de sombras y de la gráfica, con una estética algo dura y árida. No se puede dejar de mencionar cuán raro y poco atractivo resulta el diseño del vestuario.
En cartelera en el GAM, hasta el 30 de julio. Las funciones son jueves y viernes a las 19:30, sábados a las 17:00 y 19:30, domingos a las 17:00.