Resumen ejecutivo: el Sindicato de Futbolistas está preocupado por la alta cesantía que, según ellos, ha causado y provocará el sistema del próximo campeonato, aprobado por el Consejo de Presidentes, que establece que en Primera B no habrá descenso y que en la serie de Honor solo un equipo bajará de categoría. Los agremiados ejecutarán el paro, advierten, si es que no se forma una mesa de negociación con la ANFP, aunque para empezar a conversar ponen la pistola sobre la mesa: exigen que se modifique la modalidad y que en el torneo que debe comenzar en un par de semanas se cumpla la tradicional movilidad de clubes en las divisiones.
En esta pasada, al Sifup poco le importa el durísimo proceso de normalización financiera y administrativa que está intentando activar la directiva que preside Arturo Salah, que por cierto va a costar materializar, porque el Consejo sigue dominado por una mediocridad de clubes solo interesados en el cheque que a fines de mes gira el CDF. La urgencia que apremia al Sindicato son los más de 400 futbolistas cesantes, y para la eventual resolución del impasse , más que una argumentación fundada en los derechos y reivindicaciones laborales de sus socios, como uno esperaría de un dirigente gremial coherente, se esgrime una notable inquietud por la falta de competitividad que tienen los campeonatos al no tener descensos suficientes, variable que en un escenario de negocio tradicional es de estricto interés de "los dueños" del espectáculo y no de "los empleados".
Como puede verse en esta resumida descripción de hechos relevantes, el panorama es confuso y los actores, contradictorios. Igualmente es revelador del grado de consecuencia y oportunismo del Sifup, al que en el pasado cercano bien poco le incumbiera la gestión de Sergio Jadue en tanto el dinero chorreaba malamente y los futbolistas, además de la tropa de ladrones que pululaban alrededor del ex titular, fueron los grandes favorecidos con sueldos que se empinaban por sobre la media histórica del fútbol chileno y que se llevaban, sin ningún reproche de conciencia por el destino del "producto fútbol", gran parte del presupuesto de los clubes. Durante esa época, hace no más de un año, ningún representante sindicalista elevó alguna plegaria, por ejemplo, por la calendarización de los torneos que dejaban varios meses "vacíos" o que priorizaba abiertamente a la selección sobre los clubes; por la firma de planillas sin que se pagaran los sueldos; por ese mamarracho denominado Copa Chile, o por el marasmo de los torneos de divisiones menores.
Es cierto que en justicia al Sifup no se le deberían pasar todas las facturas por los descalabros directivos de la ANFP en los años pasados. Sus dirigentes, partiendo por Carlos Soto, han hecho un trabajo digno, profesional, sistemático y visibilizador de los futbolistas como trabajadores de este país. Pero ya que en este capítulo quieren asumir el rol de fiscalizadores, controladores, auditores y cogobernantes, no les cabe hacerse las víctimas de los males que aquejan al fútbol chileno, desentendiéndose porque miraron para el lado cuando les convenía. Eso es no tener consecuencia ni perspectiva del complejísimo momento que vive la actividad, más allá de la incapacidad y ceguera de un amplio sector dirigencial que, le guste o no al sindicato, es la contraparte de un negocio enfermo de gravedad.