Puro Tschaikovsky. La Obertura-Fantasía "Romeo y Julieta", el concierto para violín y la Sinfonía Nº 5 fue el programa que el jueves ofreció la Orquesta Filarmónica de Chile, bajo la dirección de Paolo Bortolameolli. El escenario fue el CA660, de CorpArtes.
"Romeo y Julieta" ha inspirado a muchos compositores. La tragedia del amor adolescente contrariado llevó a Shakespeare a producir uno de sus textos más trágicos y de indecible hermosura. La pasión de los enamorados, el odio de las familias enemigas, el destino aciago producto de un fatal equívoco, son elementos que han actuado como poderoso estímulo para óperas (Gounod), ballets (Prokofiev) y obras sinfónicas como la incluida en el programa. En esta obra, Tschaikovsky despliega sus notables virtudes como constructor de melodías de infalible poder emocional y formidable orquestador. La versión hizo justicia a la composición y Bortolameolli manejó las veleidades rapsódicas y teatrales de la obra con absoluto control y expresividad.
El violinista taiwanés-australiano Ray Chen ya había estado en Chile en 2013, oportunidad en que fue el solista del concierto de Khachaturian. Aquella vez escribimos: "Se revela como una figura que hay que tener muy presente en el panorama actual de grandes virtuosos". Hoy, Chen tiene 27 años, y ya está en la cúspide. Reseñar sus cualidades está completamente demás. Solo podría destacarse una característica notable que no todos los solistas poseen: Chen transmite su regocijo al hacer música, comparte como un niño su alegría y sus ganas de jugar, se involucra por entero y lo muestra. En suma, su ejecución es como una ofrenda amorosa y nadie puede rechazarla. En el concierto para violín, la orquesta y su director participaron del juego propuesto, solícitos y alertas. El delirio del público fue exuberante y Chen, fuera de programa, tocó el Capricho 21 de Paganini (insuperable) y la
Gavotte en rondeau de la tercera partita de Bach, con gentil y caprichoso encanto rococó. Ojalá no pasen otros tres años para un reencuentro con este prodigioso violinista.
La Quinta Sinfonía es un inventario de golpes melódico-emocionales que apuntan certeramente al corazón. Bortolameolli, una vez más, demostró sus admirables condiciones al mando de una orquesta que exhibió una cuerda cohesionada y de hermoso sonido, pero posiblemente la acústica de la sala contribuyó a que permanentemente se oyeran dos planos no integrados: las cuerdas y los vientos. Además, la contribución de los bronces y la percusión, aunque a cargo de excelentes músicos, en ocasiones fue invasiva. Aun así, un muy buen concierto.