Uno de los mayores desafíos que enfrentan las ciudades contemporáneas es su crecimiento inevitable y, por lo tanto, cómo hacerlo con calidad. Es inevitable, pues, de impedirse, se produce una segregación socio-espacial por plusvalía e inflación del valor del suelo que por lo general deriva en ciudades desiguales, conflictivas e infelices.
La pregunta del crecimiento y la densidad es una cuestión del urbanismo moderno, en que dos avances tecnológicos del siglo XIX transformaron de manera radical el destino de las ciudades: el transporte masivo y los ascensores. Las formas de crecimiento son la expansión horizontal y la densificación, en especial en altura. Pero a lo largo de su historia, el fin último de la metrópolis ha sido siempre el bienestar de sus habitantes, en términos de interacción, de desarrollo individual y social, de generación de identidad y también estético: belleza. Fue en épocas muy recientes, y solo en algunas sociedades del mundo (Chile, por ejemplo), cuando se abandonó el propósito de bienestar colectivo de la ciudad y la dignidad del individuo, concentrándose exclusivamente en las oportunidades de expansión económica como un agente espontáneo de progreso.
Parafraseando al arquitecto y Premio Nacional de Urbanismo Sergio Baeriswyl: "Del diseño de la ciudad depende la felicidad de sus habitantes". Diseño es dar forma; planificación es ordenar; y gestión es poner en marcha un sistema de diseño y planificación. Desde los albores de la historia la ciudad fue diseñada; en la época de la ilustración europea, que coincide con el desarrollo de nuestras repúblicas, comenzaron a ser planificadas y promovidas por nuestras autoridades, y ese nivel de compromiso cívico se mantuvo hasta entrado el siglo 20. De ahí provienen los mejores paisajes urbanos que subsisten. Hoy, sin embargo, el desarrollo urbano chileno parece limitarse únicamente a la gestión, como es la idea de que un plan regulador comunal (o su carencia) basta para determinar el paisaje urbano. Pero un plan regulador solo establece mínimas condiciones, inflexibles en forma y plazo, y con énfasis en normar el negocio inmobiliario más que su resultado como paisaje. Ese resultado está a la vista.
¿Cuáles son los límites de la densidad urbana? Máxima eficiencia, que en este caso significa máxima satisfacción. Los límites al desarrollo se expresan en estándares antropométricos, sociológicos, tanto a escala de la vivienda como del entorno; estándares de convivencia e interacción social; espaciales, de "capacidad de carga" o de uso y abuso del territorio y del medio ambiente; de movilidad y transporte, como agentes de integración. También deben discutirse límites abstractos, como son la protección del paisaje y del patrimonio construido e intangible; es decir, las costumbres y tradiciones que dan sentido a un lugar.