El sábado, en el Teatro de la Universidad de Chile, Juan Pablo Izquierdo tuvo a su cargo a la Orquesta Sinfónica de Chile. En el programa: Beethoven, Schubert y Liszt.
Nada más lejano de Beethoven que el ballet. Sin embargo, compuso la música de "Las criaturas de Prometeo", y se ha dicho que la figura mítica del titán en rebelión contra los dioses tiene plena correspondencia con el espíritu libertario y rebelde de Beethoven. Del ballet, solo la obertura se ha conservado en el repertorio sinfónico y es una obra poderosa, con un lenguaje indiscutiblemente identificatorio del autor, aunque, por su origen, no ahonda en los dramatismos de otras oberturas. La versión fue convincente y los problemas de afinación fueron rápidamente corregidos por Izquierdo antes de dar paso a la Sinfonía Nº 4 de Franz Schubert, denominada "Trágica" por el propio compositor.
El joven Schubert, de 19 años, demuestra su filiación con los grandes clásicos que lo precedieron. El Adagio molto inicial está moldeado sobre el "Caos" de "La Creación", de Haydn. Además del desarrollo motívico beethoveniano, Schubert adopta rasgos característicos, como el desplazamiento métrico (eso de colocar los acentos "donde no se debe"), presente en el Menuetto (que de Menuetto no tiene nada, pero sí mucho de Scherzo beethoveniano), y las seductoras melodías de los primeros violines en el primer y último movimiento. Estas son de clara raigambre mozartiana, aunque teñidas del espíritu romántico que empezaba a sobrevolar en la música europea. Izquierdo y la orquesta realizaron una labor estupenda, tanto en la precisión de reloj de los pasajes rápidos (y muy expuestos) como en la ternura del Andante , ejecutado conmovedoramente.
El espíritu romántico se sintió más a sus anchas con los poemas sinfónicos que con los moldes formales clásicos. Se buscó la expresión fuera de la música, en algún referente (textos, situaciones, descripciones) que con su propia peripecia guiara la peripecia de la música. Fue una interesante idea unir sin pausa los dos poemas sinfónicos de Liszt, que cerraron el programa: "Orfeo" y "Los Preludios". El tenue y refinado lenguaje de "Orfeo" se escuchó como un preludio calmo a la grandilocuencia de "Los Preludios" y permitió apreciar las correspondencias de lenguaje.
Izquierdo exhibió soberano dominio y una gestualidad depurada, donde cada movimiento está solo al servicio de la música y no de externalidades. Su desempeño, fielmente secundado por la orquesta, hizo que escucháramos un muy buen concierto.
La nota humana la puso el merecido homenaje que se le rindió al trombonista Óscar Lucero, luego de su permanencia por 37 años en la orquesta. Felicitaciones.