Si bien empezó escribiendo teatro de adolescente según ha declarado, el mexicano Juan Villoro -laureado y reconocido como novelista, ensayista y periodista- no presentó en público un texto suyo para la escena hasta después de los 50 años. "Conferencia sobre la lluvia", cuya versión local está en cartelera por estos días, es la tercera obra estrenada en 2013 por este dramaturgo tardío, y su debut aquí como tal. Además, la primera en que Villoro aborda un monólogo, género teatral con sus riesgos y singularidades.
Eso y su materia hacen que este espectáculo unipersonal parezca destinado, más que al aficionado teatral, a los amantes de la literatura y, sobre todo, a los seguidores de Villoro, que no son pocos. Lo que ratifica el hecho de que las dos puestas mexicanas de la pieza se ofrecieron con buena acogida en espacios ajenos a las tablas, como ferias del libro, foros sobre lectura y congresos de escritores.
No ofrece nada más que una conferencia sobre el tema del título, dictada por un añoso bibliotecario que se dedicó a investigar la relación entre poesía y lluvia. Pero apenas aparece, el conferencista se da cuenta de que olvidó sus notas y se ve obligado a improvisar. Entonces lo que escuchamos básicamente es una extensa exposición de ideas y juicios en vena seria o irónica, acerca de la vida en torno a los libros y la expresión literaria de las emociones, con frecuentes citas textuales a diversos escritores y referencias al mundo libresco.
Así, la propuesta está lejos de "Filosofía de vida", la segunda pieza de Villoro titulada originalmente "El filósofo declara", que vimos en Buenos Aires en 2012. Aunque parte de la premisa de que hablar en público tiene un fuerte componente teatral (y que más encima improvisar es como asomarse a un abismo), no tiene una intriga, ni siquiera un personaje definido, pero sí su mismo ánimo reflexivo. Porque es una conferencia, resuelve fácilmente la primera pregunta que plantea el monólogo, a quién dirige su discurso el hablante. Claro que en el tramo final ejecuta un curioso giro: resulta que sus destinatarios no hemos sido nosotros, el público, sino su gatito regalón, lo que no alcanza a ser risueño. Como a veces también aborda la digresión, o sea, cómo un expositor divaga hacia temas vinculantes, los dichos del bibliotecario se vuelven ocasionalmente confesionales; pero lo que recuerda de su pasado parece solo anecdótico, no es revelador de sus contradicciones interiores ni alcanza desarrollo.
Resulta encomiable el esfuerzo que despliegan el director Álvaro Viguera y su actor Alejandro Goic por imprimirle teatralidad a un material no específicamente dramático, cuyo tono además es minimalista y mayormente estático. Con una desventaja no menor: el personaje que ambos trazan -un bibliotecario cegatón, titubeante, pusilánime y distraído, tal vez hasta algo patético- posee el perfil tierno y gracioso de una amable caricatura, lo que tiende a deslavar la faceta más sesuda y respetable de sus reflexiones.
Teatro UC. Jorge Washington 26, Ñuñoa. Martes a sábado, 20:00 horas. Desde $4.000 y hasta $8.000.