El título de la última novela de María Eugenia Lorenzini, Escucha, corazón , es un pequeño juego polisémico: anuncia que se trata de una narración sentimental, como efectivamente lo es, y al mismo tiempo sitúa el lugar de donde se origina y alrededor del cual se desarrolla su historia: la Radio del Corazón, que, en el mundo imaginario de la novela, transmitía todas las tardes a fines de los años cincuenta el popular radioteatro "Rocío del Alba", cuando ya en el horizonte asomaba la presencia amenazadora de la televisión. Por su contexto histórico, Escucha, corazón se inscribe así en el destacable grupo de novelas publicadas durante los últimos años que luchan para conservar en la memoria los lugares que fijaban tradicionalmente la identidad urbana de Santiago, hoy reemplazados por tiendas de cadenas comerciales o desaparecidos bajo las toneladas de cemento de ávidas torres y megaconstrucciones.
La novela de María Eugenia Lorenzini capta la simpatía del lector santiaguino no solo por su oferta de recuerdos urbanos. Es un texto que manifiesta el cuidado de su construcción y el afecto que hacia el tema exhiben las palabras de su voz narrativa. Solo un pequeño error se inmiscuye al atribuir a Bach la sonata "Para Elisa" de Beethoven. Su argumento es el contrapunto entre lo que va sucediendo en el libreto de "Rocío del Alba" y las experiencias que paralelamente viven los actores que dan voz a sus personajes. La manera en que llega hasta el destinatario es bastante sencilla: un fragmento de la emisión diaria del radioteatro encabeza cada uno de los capítulos, sugiriendo las antítesis que el lector espera encontrar entre el texto de la ficción dentro de la ficción y la verdad de la vida dentro de la ficción mayor que es la novela. Escucha, corazón satisface generosamente sus expectativas. El relato no profundiza en las posibles raíces encubiertas de situaciones o comportamientos ni ofrece representaciones novedosas del contraste, que a la larga resulta no ser tal, entre ficción y realidad. Espacios, personajes y peripecias son dibujados con trazos rápidos y precisos sin que la mirada de la voz narrativa se detenga por demasiado tiempo en ellos. El resultado es un argumento cuya agilidad responde a la utilización de los mismos códigos y arquetipos de las historias melodramáticas. El vértigo urbano y las formas de la nueva moral de un Santiago de Chile que ingresa a la modernidad se oponen a la belleza y generosidad de la naturaleza agraria, aunque sus habitantes, sin embargo, siguen exhibiendo todas sus máculas tradicionales: caciquismo, dominio patriarcal y disimulo social. Del campo llega José Antonio Correa, un joven que vive al borde de la miseria mientras busca triunfar en el mundo de la radiotelefonía sin importarle los medios que utilice para conseguir sus propósitos. Es un descendiente harto poco imitable de su lejano ancestro Martín Rivas. María Graciela del Valle, la actriz que encarna a la heroína del radioteatro, es una mujer que proviene de familia latifundista, formada a la antigua por su madre y que se aproxima al ocaso de su juventud sobrellevando a duras penas un matrimonio estéril con Rubén, un hombre dominante y abusivo, quien la hace sentir que "cargaba sobre sus hombros todas las culpas del mundo". Tal como es de esperar, el drama se desarrolla a partir del encuentro de José Antonio Correa, el ambicioso sin escrúpulos, y María Graciela, la esposa y víctima de un machista visceral. La vida de María Graciela adquirirá un destino más melodramático que el personaje que interpreta en la radio, pero desafortunadamente realidad y ficción no tienen desenlaces similares.
La novela de María Eugenia Lorenzini no pretende competir con obras clásicas latinoamericanas que han representado las relaciones de ficción y vida, El beso de la mujer araña o La tía Julia y el escribidor , entre otras; pero deja un sugerente mensaje entrelíneas: pareciera que la felicidad de la mujer solo es posible en la imaginación.