Hace más de un cuarto de siglo que recuperamos la democracia. Hace más de una década que construimos un gesto espacial alrededor de La Moneda, que restañaba heridas y que daba una nueva lectura al lugar del poder. El monumental edificio, blanqueado y pulido, se abría sobre una plaza que señalaba el ingreso simbólico y material de la ciudadanía al Palacio. Algunos equívocos no hicieron tan explícito el mensaje: un gran espejo de agua que funge más bien como foso defensivo y un inoportuno peldaño que interrumpe el camino central justo en la mitad, pusieron distancia y obstáculos entre la sede de Gobierno y el transeúnte. Resolver el cometido no era una tarea fácil: La Moneda debía quedar en apariencia abierta a la Alameda, pero prudentemente separada del cotidiano.
Las trazas arquitectónicas del control fueron insuficientes. Hoy La Moneda está cercada por un elástico y cada vez más dilatado perímetro de vallas papales (curioso legado pontificio). La guardia de Palacio, patrimonio republicano de impecable estética, se ve hoy mal acompañada y superada en número por un muy poco amistoso contingente policial que despliega su vetusta cacharrería de la represión varias cuadras a la redonda. Del cruce libre, de la apertura al espacio público, se ha pasado a suprimir el tránsito peatonal por las veredas aledañas. En pocos otros lugares del país se experimenta una vigilancia policial sobre el espacio tan elocuente como rutinaria. La Moneda parece hoy un fortín clausurado, un reducto asediado de quién sabe qué institución en riesgo.
¿Quién nos quiere transmitir ese mensaje poco luminoso? Pienso que nadie de forma deliberada. El espacio se ve moldeado por nuestros propios procesos complejos. Por una parte, un control policial comandado con mucho pragmatismo, pero sin ningún cuidado por los símbolos. Por otra, una ciudadanía que ha demostrado sistemático desprecio por el espacio público, el patrimonio y las instituciones. En el espacio nos vemos reflejados y La Moneda cercada es imagen de un fracaso transversal: del poder político y de los poderes ciudadanos.