Escena: Dos de la mañana. Un grupo de jóvenes están en la puerta de una gran casa donde claramente hay una fiesta. Han tomado mucho, como es habitual. Por la esquina aparece un grupo de jóvenes de colegios laicos que van caminando a un segundo "carrete". Cuando el primer grupo los ve, alguien grita y hay a continuación un enfrentamiento entre los "monjes" (colegios católicos) y los laicos. Esto termina con tres hospitalizados, mandíbulas rotas, celulares en el suelo pisoteados.
Estamos hablando de los hijos de la llamada clase media alta chilena, cuyos padres son hombres que influyen en la vida nacional. Tienen la mejor y más cara educación posible, viajan al extranjero, hablan idiomas, algunos van a misa y son fervientes católicos.
Lo normal sería preguntar, ¿dónde están los padres? Están ahí, familias unidas y con genuina preocupación por sus hijos. ¿Y los colegios? También están ahí, armando grupos de reflexión, incentivando el deporte, exigentes con la academia.
Este relato no es excepcional. Nadie sabe qué hacer. Resultado: mandan los hijos y no los padres. Esos niños, exigidos y satisfechos, tienen como único argumento que "así es" y que si uno no se une a la lógica imperante, se convierte en un "nerd" y "nadie lo pesca".
Nos juntamos con los profesores. Ellos reconocen que no se han hecho esfuerzos de integración entre los mundos católico y laico. También se horrorizan de esta guerra santa en que unos gritan a otros "judíos, árabes, rascas". Y los otros contestan "beatos", "apollerados", "afeminados".
Los profesores revelan otra faceta: dicen que cuando las "mochas" no son entre monjes y laicos, hay "mochas" igual. Que es el alcohol y las drogas, la duración eterna de los carretes y la prohibición de los hijos a que los padres intervengan activamente.
Múltiples diagnósticos. Ninguna intervención clara y grupal de los adultos.
Sería posible pedirles a los dirigentes de estos colegios y a sus centros de padres que tomen medidas, donde los límites sean absolutos y para todos. ¿Podrían al menos hacer visible este conflicto para buscar soluciones?
Sabemos que los límites deben empezar temprano y deben venir del hogar y de las instituciones educacionales. No hablemos contra la violencia si no hemos podido educar a nuestros hijos en la paz.