Aunque sin relación familiar esta vez, dos conocidos artistas, Cabezas y Truffa, vuelven a unificar sus obras en el MAVI. Al mismo tiempo, cada uno expone por separado trabajos recientes. Sin embargo, lo más contundente de la nutrida exhibición corresponde al trabajo en dúo. Se trata del hermoso políptico Wonderland (2015); consta de 10 impresiones digitales intervenidas con óleo. Las palabras del título se hallan volcadas, una a una, como las iniciales iluminadas de los libros medievales, las cuales juegan sobre tríos de sustantivos. Su imaginería respectiva, del todo reconocible, entremezcla desde lo popular y evidente de ilustraciones de flora y fauna hasta la sugerencia del retrato refinado. Demás está decir que, cuando se repite una palabra, sucede lo mismo con cada grupo de imágenes. En cuanto al resto -los aportes individuales-, les resulta común a ambos el empleo constante de simetrías estrictas, de variaciones alrededor de un tema -paisaje o grupos de flores-, de cromatismos encendidos. No obstante, las diferencias formales y expresivas son bastante mayores.
Bruna Truffa, entonces, aparece mucho más fiel a la figura realista, al gusto
Kitsch, a la estampa extremo oriental de difusión masiva -jardines, paisajes-. Destacan
collages digitales con óleo e impresos en tela Juegos florales, protagonizados por una figuración de manual: su trabajadora mujer con cuerda y larga cabellera. Al contrario, Rodrigo Cabezas en sus también
collages digitales impresos e intervención con pintura recurre a una versión propia de los test simétricos de Rorschach y de Zulliger. Ahí el informalismo hace casi desaparecer la visión identificable -zoológica, vegetal-, mientras por instantes la aplicación lenticular con láser provoca transparencias de efecto volumétrico.
En Vitacura y Las Condes
El color como factor predominante constituye ahora la novedad en la instalación de Sebastián Mahaluf -Galería Patricia Ready-. Sus características cintas elásticas, su tejido de hilos rectos que se entrecruzan oblicuos crean un aireado entramado, que podría sugerir una tela de araña austera y cerebral. Con ella atrapa nuestra sensorialidad visual e invita a lo táctil. El hilado brillante alterna dorados, blancos y azulosos, estos últimos por efecto del cruce de cortos tubos de neón sobre el suelo. Además el conjunto se amarra en el muro tabique que cierra la sala, produciendo largas tiras horizontales que reflejan acordes grisáceos y azules. El conjunto conforma una instalación geométrica que ágil, luminosa y espacial tiende a desconcertar el ojo del espectador. Por su parte, el antes señalado muro flotante prolonga su cara principal sin iluminación con una especie de guirnalda tejida con poliédricas cuentas rojas. Junto con resultar la parte menos lograda de la exposición, sirve de enmarque a un video, filmación con color de una
performance llevada a cabo por el artista entre los árboles de un parque londinense. La actual obra, además, fue escenario el día inaugural de una acción de arte con 30 participantes que se tendieron bajo la red protagónica. ¿Un intento, acaso, de enriquecerla?
La conocida argentina Matilde Marín nos ofrece nuevos trabajos. Así, la sala alta de la misma galería de Vitacura muestra ocho amplias fotografías con intervención digital. La calidad particular del solo blanco y negro, su capacidad de crear el indispensable distanciamiento estético de la realidad directa aquí opera veraz. Inmensas rocas aisladas que se yerguen desafiantes en medio de la vastedad solitaria de un paisaje plano de tundra inundable son los personajes. Evocan, por instantes, tótems producidos por la naturaleza geológica. Aunque estos peñones abruptos de vegetación nunca ausente se bastan a sí mismos, una pequeña superficie geométrica, distinta cada vez -triángulo, rectángulo, elipse, etc.- pone una nota de magia, que sirve como halo de claridad inmerso en el apagado claroscuro dominante. Pero sobre todo la artista, al unificar el panorama rocoso de Oriente con los cielos tormentoso de la Patagonia, sabe impregnar de simbolismo -Böcklin se hace presente- la intensidad de su mirada.
Otros dos autores del todo distintos entre sí coinciden en la Corporación Cultural Las Condes. Dentro de la tradición del Forma y Espacio, el sexagenario Mario Carvajal entrega una abstracción geométrica que deriva en el
op art. A través de esta última vertiente entrega lo más valioso de lo mostrado. Tenemos, pues, el bien logrado volumen aparentemente saliente de Biplano 4, el efecto moaré en Biplano 7 y 20, Onda sobre verde y sus anuladoras negras curvas horizontales. Más sencillos, agreguemos el epicentro resplandeciente de Mandala 2 y su contrapartida luminosa en Mandala negro. Por su parte, en su segunda exhibición individual, las construcciones de María Luisa Browne amalgaman objetos metálicos de uso doméstico -cubiertos, llaves, etc.- y los convierten en inesperadas coronas regias. Y lleva a cabo su empresa con gusto seguro, aunque no libre del peligro inminente de reiterar una sola fórmula.
Wonderland
Nuevos trabajos en dúo o individuales de Cabezas y Truffa
Lugar: MAVI.
Fecha: Hasta el 23 de agosto.
Fuga
Sebastián Mahaluf y su instalación como cerebral tela de araña
Paisajes indeterminados
De Matilde Marín, peñones aislados en medio de una soledad dramática
Lugar: Galería Patricia Ready.
Fecha: Hasta 15 de julio.
Vía Abstracta
Mario Carvajal en la tradición geométrica
Coronación
María Luisa Browne y sus utensilios domésticos trocados en coronas regias
Lugar: Corporación Cultural Las Condes.
Fecha: Hasta el 3 de julio.