El equilibrio para conseguir hoy un buen resultado en la ópera pasa por un vínculo sólido entre foso y escenario, un
casting adecuado y una idea de
régie que permita coexistir ideas y tecnología de vanguardia que no desnaturalicen la obra que se está montando. Todo eso se dio en el estreno en Chile de la versión completa de "Auge y caída de la ciudad de Mahagonny", un espectáculo que está llamado a convocar a un nuevo público al Municipal de Santiago.
Prohibida, discutida y controversial, la ópera de Weill y Brecht (Leipzig, 1930) conquistó con esa música reminiscente y a ratos perturbadora y violenta, pero sobre todo porque las distintas disciplinas artísticas involucradas se fusionaron como un mecanismo de relojería para entregar esta denuncia musical y teatral, que es a la vez un mensaje político, una advertencia social (fue escrita entre las dos guerras mundiales) y una proclama estética.
La dirección de escena de Marcelo Lombardero -con escenografía y multimedia de Diego Siliano y vestuario de Luciana Gutman- integró eficazmente el teatro en sí mismo, desplegado desde el escenario hacia todos los rincones de la sala, con elementos de tecnología -pantallas digitales, proyecciones y transmisiones televisivas "en directo"-. El logro es mayor porque nada resulta artificial o excesivo, en un marco desolador a veces, brutal otras, en virtud de demostrar la inmensidad de la basura a la que puede llegar el ser humano. Los ambientes prostibularios y de casinos están reflejados en toda su sordidez, como también la dificultad de comunicación del hombre contemporáneo, a pesar de la simultaneidad con que se reciben los hechos noticiosos.
La composición de grupos (coreografía de Ignacio González) resulta siempre atractiva, resuelta sin inhibiciones, con justos golpes de efecto y ese raro control que produce la balanza entre la tragedia, la perversidad y el humor, como sucede en las escenas del tifón, de la gula y del amor carnal, pero en especial en el momento del juicio y condena a muerte de Jimmy Mahoney mientras un grupo de bailarinas en
topless baila al estilo del Lido de París. Todos estos elementos conducen a la reflexión y provocan una tensión emocional subyugante.
El maestro David Syrus controló de punta a cabo esta partitura tan variada y con tantos guiños -Wagner, Weber, ragtime, blues, gospels, contrapunto, fugas al estilo de Bach- precisando con exactitud los tiempos y proponiendo los necesarios
crescendo de expresividad, para acentuar los momentos más dramáticos hasta alcanzar el clímax. Hubo perfeccionismo instrumental, incisiva musicalidad, atención radical al teatro y preocupación por las voces, que deben alternar el canto con la declamación dramática y el
sprechgesang.
No se extrañe el público si en esta ópera en alemán escucha algunos fragmentos en inglés; se trata de la "Canción de Alabama" y la "Canción de Benarés", escritas en ese idioma. La primera de ellas es una suerte de himno de despedida y es interpretada por Jenny y las muchachas que se convertirán en prostitutas tras la pérdida de su patria. Así llegarán a Mahagonny, el lugar donde todo está permitido si puedes pagarlo, y donde el único delito reconocido es no tener dinero.
La puesta cuenta con el coro del Teatro Municipal (dirección de Jorge Klastornick), que libra una actuación impecable, y un elenco de solventes cantantes que a la vez son muy buenos actores; todos ellos con la fuerza suficiente para dar solidez a esta poderosa e inteligente construcción dramática. Por aplomo y personalidad vocal, pero también por su entrega escénica (¡incluso dice un parlamento en castellano!), resulta admirable el tenor austríaco Nikolai Schukoff, estremecedor en la escena de la cárcel. La soprano argentina María Victoria Gaeta es una buena Jenny, aunque su instrumento vocal, de volumen algo retraído, no tiene la riqueza cromática que el rol necesita; sin embargo, supo construir con acierto su personaje. Susanne Resmark impone por presencia su Begbick junto a sus cómplices en la historia y en la trama musical, los excelentes Kim Blegley (Fatty) y Gregg Baker (Moses).