Puede que "Los que vinieron antes" sea la creación menos elaborada y redonda, también la más estática y aleatoria, de Ítalo Gallardo, quien ya dio dos magníficos frutos en el área del teatro documental de índole autorreferente. Pero tiene un logro enorme y entrañable que le da valor por sí solo, y un sentido extraordinario. El primero es que muestra simple y llanamente a un adulto joven -el mismo realizador- en un encuentro íntimo con sus auténticos abuelos paterno y materno, de 79 y 75 años, respectivamente. Por tanto invita a los jóvenes y a los que no lo son tanto, a escuchar a sus mayores, a aprender de la experiencia de los viejos, a no desechar la sabiduría adquirida con los años.
Un aserto de mucha relevancia en un mundo agitado en que con frecuencia no atendemos a quien está al lado, menos aún a la tercera edad. Que además brinda un inusual ejemplo de unión familiar: ambos llevan más de 50 años de matrimonio con las abuelas del director. El título lo anuncia: somos de la misma materia que nuestros ancestros y los continuamos, ellos nos determinan.
Como uno de los ejecutantes de "El año en que nací" en 2012, Gallardo absorbió los postulados del colectivo suizo-germano Rimini Protokoll -que presentó un trabajo suyo en Santiago a Mil 2015-, de quien fue discípula la argentina Lola Arias, que condujo ese montaje. A los pocos meses estrenó "Juan Cristóbal casi al llegar a Zapadores" protagonizada por sus propias abuelas contando sus vidas para explorar distintos rasgos de la chilenidad, un hallazgo notable; y la temporada pasada presentó "Límites", más excepcional aún.
Eje conductor de esta singular performance, Gallardo aclara de partida que esto no es teatro sino un acto de vida. Antes se invita al público a recorrer una instalación que exhibe, como en un museo, diversos objetos atesorados por sus 'personajes', con letreros explicando por qué son significativos para su dueño. Lo que sigue es una suerte de ' reality show' en vivo, en que un nieto se interesa por indagar cómo fue la vida de sus abuelos. Nos convence de que eso ocurre en un momento precioso de perfecta intimidad, con los tres conversando mientras toman once en el comedor de su hogar. Sus dichos se suelen ilustrar en dos pantallas en que se proyectan fotos, impresos y dibujos, e imágenes registradas en circuito cerrado.
Aunque buena parte del texto está prefijado, da la impresión de ser un hecho por completo espontáneo. El cariño y familiaridad recíprocos es evidente. Manuel y Miguel son gente de barrio, hombres de esfuerzo que cuentan de su juventud y su rutina laboral, de cómo enamoraron a sus esposas, más adelante relatan cómo vivieron el golpe de Estado. No son actores, claro, pero al hablar parecen hacerlo por primera vez. Manuel enseñando a su nieto a bailar rock and roll resulta una delicia irresistible.
¿Qué no anda tan bien? A diferencia de "Juan Cristóbal..." aquí el manejo de los tiempos no es tan exacto. Hay pasajes que se alargan de más o no se redondean bien, y el total se estira demasiado. Otra desventaja es que los objetos del 'museo' son quizás más motivadores que la conversación misma, en rigor algo plana; no pocos estímulos desplegados quedan en el aire o no se explican nunca (¿qué pasó, por ejemplo, con el nieto asesinado?). Para ser una obra centrada en las huellas que dejan las cosas y las personas, los elementos exhibidos se vuelven importantes solo a último minuto. Con todo, los méritos son muchos y de peso.
Centro de Creación y Comunidad Infante 1415 . De jueves a domingo a las 20:00 horas hasta el 26 de junio.