Leo, no sin extrañeza, diversas crónicas sobre el youtuber Germán Garmendia, que acaba de publicar Chupaelperro . Garmendia practica una nueva modalidad de intervención en el campo cultural, la de aquellos (jóvenes, y a veces muy jóvenes) que se expresan mediante videos colgados en YouTube: de allí el nombre, youtubers . Hablo de intervención en el campo cultural porque de eso precisamente se trata: un youtuber es alguien que cuenta historias con una escenificación muy básica, generalmente ellos mismos se filman actuando sus propias historias y las difunden en esa infinita caja de resonancia universal que es YouTube. Germán Garmendia es el youtuber con más seguidores en el mundo hispánico y hasta a lo mejor en el orbe: veintisiete millones. Sus fans -hablar de espectadores parece una antigualla- son por lo general adolescentes y niños que se sienten identificados por las historias, extremadamente sencillas y cotidianas, de Garmendia.
Hay otros youtubers en el mundo, claro, digamos más bien que el mundo está lleno de youtubers , pero a diferencia por ejemplo del francés Norman, los videos de Garmendia son extremadamente sencillos; Norman, si lo comparamos, parece un cineasta de la nouvelle vague al lado de Garmendia. Se me dirá que es la distancia entre un joven chileno y un francés... puede, aunque no lo creo. Lo que sí creo, porque lo he visto -aún no decido si soy su fan número 27.000.001- es que Garmendia no se complica con las formas: habla, gesticula, ocupa el espacio como el actor de sus propios minidramas que es. Ahora, la cifra es impresionante: veintisiete millones no los reúnen ni Vargas Llosa más Orhan Pamuk más Coetzee y Murakami juntos, y si le agregamos la lista de los últimos veinte premios Nobel, me temo que tampoco. Podemos pensarlo de otra manera: Garmendia tiene sin duda muchísimos más seguidores que los que Cristo tuvo en su momento. El asunto no es blasfemar, sino saber qué valen las palabras... hoy.
Ustedes dirán: pero lo que Garmendia hace no es literatura, es un discurso muy sencillo, más parecido a la autoayuda que a la ficción, destinado a provocar identificación inmediata con el espectador (o sea, destinado a que dicho espectador se transforme en fan). De acuerdo, pero, ¿quiénes somos nosotros para dictaminar qué es literatura y qué no? Probablemente lo de Garmendia no sea literatura en el sentido canónico del término, no es poesía, ni relato, ni teatro. No es literatura en el sentido que la define, por ejemplo, el crítico catalán Albert Chillón: "la literatura es un modo de conocimiento de naturaleza estética que busca aprehender y expresar lingüísticamente la calidad de la experiencia", aunque, ¿podemos estar tan seguros? Garmendia narra, construye relatos, actúa y se filma, que es lo que hacen todos los youtubers . En este sentido, sí hay en sus videos una estética y un discurso que "busca aprehender y expresar lingüísticamente la calidad de la experiencia". Solo los lectores -o los fans- dirán, con el tiempo, si estamos ante una nueva forma de discurso literario o no. Un discurso directo, extremadamente básico, pero no carente de estética, nos guste o no. Si ya tenemos relatos y películas producidos para ser leídos o vistas en los teléfonos celulares, ¿por qué los videos de los youtubers no podrían ser una forma de discurso literario? Una forma degradada, si se quiere, masiva, que no tiene nada que ver con la literatura concebida como manifestación de la "alta cultura". Porque estamos frente a eso: los discursos masivos, miméticos de ciertas formas de arte (el cine, la literatura), arrinconan cada vez más las formas de la llamada "alta cultura". La cultura, como aprendizaje del mundo, se vuelve cada vez más un discurso directo, no mediado por la noción de "arte", de consumo (y efecto) inmediato. Los editores -que son todo salvo tontos- lo han comprendido así, no es por nada que Garmendia publica su libro en Alfaguara, sello prestigioso, compartiendo catálogo con los más conspicuos referentes de la alta literatura, como los propios Vargas Llosa y Pamuk, sin ir más lejos.
Con fenómenos como los de Garmendia, los escritores -aquellos que producen la llamada justamente "literatura de autor"- quedamos chupando el perro, como integrantes de alguna secta en extinción, que alguna vez tuvo predicamento, fue leída y escuchada, y sus discursos estructuraron el mundo.