A la paciencia, resistencia y, especialmente, a la suerte atribuyó un Primer Ministro británico su ascenso inesperado a la cúspide del poder en Gran Bretaña. El Presidente Pedro Pablo Kuczynski podría sostener algo parecido.
Paciencia le ha sobrado a PPK: Antes un brillante tecnócrata, banquero y ministro, con posgrados en Princeton y Oxford, esperó llegar a los 71 años para presentarse al electorado en una carrera política exitosa. En 2011 presentó su candidatura presidencial, cuando sorpresivamente ocupó el tercer lugar para respaldar en la segunda vuelta a su derrotada de ayer, Keiko Fujimori, contra el entonces vencedor Ollanta Humala.
Resistencia: A los 78 años es elegido Presidente de Perú y sigue trotando diariamente varios kilómetros. Con un partido recién creado (Peruanos Para el Kambio) integrado por figuras de distintos orígenes políticos, logró situarse en el segundo lugar en las encuestas.
La suerte lo favoreció. Providencial fue la eliminación por la justicia electoral de dos aspirantes (Acuña y Guzmán) que lo superaban en las encuestas. Hasta días antes de la primera vuelta parecía que la joven de izquierda Verónika Mendoza podía arrebatarle ese segundo puesto y competir con la abanderada fujimorista. La mantención hasta el final de otro contrincante de izquierda privó a Mendoza de los pocos miles de sufragios que la hicieron quedar tercera. Aun entonces se decía que la campaña de PPK carecía del brillo de la realizada el 2011. El fuerte sentimiento antifujimorista que impera en sectores tradicionales, liberales y de la izquierda le proporcionó los votos necesarios para vencer muy estrechamente en la segunda vuelta.
La suerte no basta. Hay que tener las capacidades para despertarla y aprovecharla. Atributos le sobran a Kuczynski. Pocos presidentes, a lo mejor ninguno, pueden exhibir sus calificaciones para gobernar.
En el circo de las cumbres presidenciales seguramente destacará y tendrá que soportar por algún tiempo a payasos como Evo Morales, Maduro y Correa. Por suerte se libró de compartir con el epicentrismo y los populismos de Dilma, Cristina Fernández y del difunto Chávez. Contribuirá, junto a los presidentes Macri y Temer, a mejorar el ambiente, la imagen internacional y la cooperación de la región, dañada por el populismo y la inoperancia de la OEA, Unasur, Mercosur y de otra serie de organismos inútiles. Habrá espacio para dar más impulso a la Alianza del Pacífico y descongelar las relaciones diplomáticas entre Perú y Chile.
Su experiencia de banquero, candidato presidencial y de presidente del Consejo de Ministros, más la cercanía con las políticas económicas de Keiko Fujimori, le facilitarán alcanzar alianzas en un Congreso adverso, a fin de legislar para capitalizar el potencial de Perú y responder a las legítimas aspiraciones de bienestar de su pueblo.