Cristóbal soñaba con ser cantante, pero su estilo -que hoy define como neofolclórico- parecía no convencer a nadie. "Hasta que le envié unas canciones a Jorge Undurraga, gerente del sello PolyGram, que me dice que le interesa trabajar conmigo. Yo no lo podía creer y tuve que aceptar que la cosa no era así no más: primero, tenía que cambiar mi estilo musical y, además, tenía que buscar un nombre más comercial", recuerda el artista.
Marco Antonio Orozco Betancourt es el nombre que Cristóbal mantiene en su cédula de identidad y que tuvo que dejar cuando quiso subirse a un escenario. "Con un amigo nos fuimos a Brasil y nos pusimos a pensar en nombres que fueran oreja. Yo quería que mi nombre conquistara al público y qué mejor que el de Cristóbal Colón, que había conquistado América", dice.
Undurraga, en paralelo, dio con la versión italiana de "Una niña una historia", la primera canción que Cristóbal grabó y que catapultaría su carrera artística.
Como uno de los hitos de su carrera, el músico recuerda que a los 18 años ganó el cuarto lugar del Festival de Tokio con "Escucha y calla". "Ese festival cambió mi vida. Imagínate que nunca antes me había subido a un avión y, de repente, estaba en Tokio cantando en este festival donde participaban artistas como Céline Dion", dice.
Su triunfo en el Festival de Viña de 1984 y su consolidación en la TV como número estable del programa "Sábados Gigantes" transformaron a Cristóbal en uno de los artistas más populares de los 80. Un tiempo que él define "como uno de los más intensos de mi carrera. Ahí logré llegar a las casas de la gente y, hasta el día de hoy, se acuerdan de canciones como 'Basta ya' o 'Se te olvida'".
Pero el Cristóbal del 2016 no vive de los recuerdos. Disfruta de la vida de campo en su casa de Loica y dice que no le faltan los eventos los fines de semana. Incluso está preparando junto a Daniel Guerrero, ex La Sociedad, un nuevo trabajo que lanzará próximamente: "El disco se llama 'Calla' y tiene canciones nuevas y los principales éxitos de cada uno", cuenta.