Cunde el pánico en Estados Unidos y en Perú. En ambos casos se ha desencadenado una campaña del terror. Para contener a Trump y a Keiko se recurre a la paranoia. Si ganan, Estados Unidos y Perú se vendrían abajo: el apocalipsis, la histeria para obtener votos.
Trump fue presentado como un payaso. No resultó. Berlusconi, festinado, con la misma obsesión capilar y parecido a Trump, gobernó Italia tres veces y casi diez años. Ignorar y no tomar con seriedad a Trump fue el primer y fatal error de su partido. Luego, lo atacan por ser un peligro para los Estados Unidos y para el mundo. Donald facilita los temores con sus insultos a mexicanos y musulmanes; con sus opiniones aislacionistas respecto de los aliados estratégicos de los Estados Unidos; con sus promesas proteccionistas; con su preferencia por el endeudamiento fiscal sin límites y con su prepotente sexismo narcisista. Es tentador demonizarlo: no respeta la convención de los políticos de hacer campañas y prometer con poesía y gobernar en prosa. Prefiere amenazar e insultar y eso parece encantar a los americanos, indignados con Washington. Lo único que no le han reprochado es que con setenta años sería el presidente más viejo de los Estados Unidos. Por un mes mayor que el gran Ronald Reagan cuando asumió la presidencia. Hillary Clinton no puede criticar su vejez, es solo un año menor.
Republicanos y demócratas debieron presentar una agenda y candidatos inspiradores y más cercanos. Ahora, apanicados, optan por una campaña del terror. Recurriendo solo a las debilidades de Trump, lo han fortalecido. Antes fue impensable que fuera el candidato republicano: ahora ya tiene las primarias en sus manos y algunas posibilidades presidenciales. El rechazo, enredos y la desconfianza que genera Hillary lo benefician.
Algo parecido está sucediendo con Keiko Fujimori. La relación con su padre, inexperiencia y su entorno la complican. La campaña negativa no ha resultado. "La hija de un ratero es una ratera", ha dicho Pedro Pablo Kuczynski. Se repite que lo que vendrá, si es elegida, es un narcoestado. Tampoco ha calado, a pesar de estar investigado por la DEA, el que fuera secretario general de su partido. Atemorizar ha sido contraproducente. PPK debió haber capitalizado más su impecable trayectoria y sus excepcionales capacidades.
Parece que el terror es un instrumento de dudosa eficacia para alcanzar el poder, aunque Maquiavelo y Lenin digan lo contrario. Asustar tal vez puede servir para moderar a los peligrosos. Los electores merecen ideas y respeto, más que el miedo para convocarlos.