Deftones - "Gore"
Después de 21 años del lanzamiento de "Adrenaline", su disco debut, Deftones se toma su tiempo. El paso a paso ahora es calmo, pero firme. Si acaso el título del primer álbum de los adelantados del metal proponía una declaración de principios, traducida a riffs inagotables y una energía que estallaba de forma impredecible, ahora la banda de Sacramento, California, le dio una importancia a la reflexión de su sonido que hasta "Koi no Yokan" (2012) jamás había tomado. "Gore", su nueva placa discográfica, se cocinó a fuego lento. Ocho o diez días de trabajo incesante -donde se escribían las letras o se componía la música y se dejaba el registro para su cata- por uno o dos meses de descanso, que hicieron que los sabores fueran fluyendo, impregnando las vértebras del trabajo, pero con el calendario lo suficientemente amplio como para encontrar las medidas ideales de romanticismo, pasión y dramatismo. El equilibrio perfecto entre belleza y brutalidad.
La apertura del disco con "Prayers/Triangles" interpreta esa meditación, de una banda que construye atmósferas para destruirlas con los gritos más sobresaltados que nunca se le oyeron a Chino Moreno. Un viaje de extremo a extremo. Desde el sonido melódico de cumbres pop en "Xenon", pasando por la suciedad de "(L)MIRL", hasta el tinte más progresivo en "Phantom bride" y el tema que da nombre al álbum, con Stephen Carpenter ejecutando su corpulenta guitarra de ocho cuerdas como si fuese a pelearle a los ideólogos de Meshuggah. Y esos cambios de ritmo inesperados en "Geometric headdress" y "Doomed used", que tanto utilizó Glassjaw en su catálogo, moviéndose sigilosos entre las sombras hasta que su vocalista obliga al descontrol.
El desenlace de "Rubicon" solo le añade aún más épica a un trabajo que engalana un género que los californianos hace rato volvieron refinado, elegante; y que influenció a una camada de músicos a que experimentaran con un sonido que no debía ser necesariamente negro. Sigur Rós con "Kveikur" o Defheaven con "Sunbather", ambos de 2013, y la última generación de adolescentes hardcore-punks como Title Fight, asimilaron la unión del metal con el shoegaze y el dream pop como la forma adecuada para seguir innovando con una cultura que a veces se rige por cánones ridículamente estrictos. Si el rock se ha vuelto más elástico, Deftones es uno de los principales responsables.
Prehistöricos - "La velocidad de las plantas"
Tomás Preuss, el cerebro detrás de Prehistöricos, enfrentó una serie de cambios antes de la grabación y lanzamiento de su tercer disco. Primero, a comienzos de 2015, se fue Jessica Romo, la otra fundadora del dúo. Reclutó nuevos músicos para seguir con el proyecto, con él como capitán del barco. Y después de buscar inspiración en la selva valdiviana, la agrupación nacional realizó todo el trabajo de composición, grabación y mezcla dentro de un estudio. Fue como un taller de experimentación, con las cuerdas y los arreglos electrónicos fluyendo junto con el resto de los instrumentos. Un proceso natural. Según el cantautor, por primera vez trabajaron a "La velocidad de las plantas". Y plasmaron esa conceptualización bautizando a la placa con ese nombre: teñido por la bruma, cantado en el crepúsculo del día, dentro de una naturaleza cruel, violenta y oscura, en palabras del artista.
Porque el nuevo trabajo de la agrupación nacional descansa en sus atmósferas sombrías y en una belleza instrumental que conmueve. En una corrida sin sobresaltos, a su líder no le queda más que acompañar a su orquesta susurrando, como un cuentacuentos apremiado por el tiempo y sus batallas, que encuentra su fuerza vocal en razón del silbido o la intensidad del viento. Y que irrumpe ese estado fraseando unos segundos de "2 luces" y "Nadar y desaparecer" como si fuese hip-hop. La musicalidad de "Túnel secreto" -incluido ese teclado como de juguete- o de "Zumbido de la montaña", en tanto, demuestra su influencia en el dream pop de bandas como Beach House, Múm o el ídolo de Preuss, Sufjan Stevens. Un sonido orgánico nada más pincelado por las programaciones.
Y si bien "La velocidad de las plantas" deja de lado las pataletas y los corazones rotos adolescentes -"Te deseo odio, muerte y destrucción" cantaban en "Dos planetas", del disco "Nuestro día vendrá" (2014)-, el componente emo, por lo emocional del desamor, sigue estando presente. En una inventiva que habla de la muerte como otro paso de la vida, del abandono y de las separaciones. Eso sí, con un leve componente positivo, el grupo propone esperanza: "Aunque esté tan perdido en todo, y pienso incluso en abandonarme, nunca me daré por vencido", establece en "Rayo adentro". Poco a poco, las semillas empiezan a germinar y las raíces de Prehistöricos a acomodarse en la tierra.