Es posible que mientras usted esté leyendo está columna, la Presidenta de la República se esté dirigiendo al país. Nunca, desde la llegada de la democracia, un Presidente había hecho su cuenta pública con tan poco apoyo ciudadano. Nunca, desde la llegada de la democracia, había existido una sensación tan clara de fracaso. Nunca, desde la llegada de la democracia, había existido un tan mal guión.
Sorprendentemente -adelantándose a los anuncios-, el jueves la Presidenta firmó una indicación sustitutiva al proyecto que "moderniza" TVN, y confirmó lo que ya se venía pispando en el ambiente: un suculento rescate. La cifra, eso sí, no estaba en los cálculos de nadie: ¡100 millones de dólares!
Es paradójico que haya sido la misma semana la cuenta pública del 21 de mayo y el anuncio de rescate a TVN, porque ambos responden a una misma lógica de lo que han sido estos dos años, cuyo lugar común ha sido la improvisación y la pérdida de rumbo.
En primer lugar, el gobierno de Bachelet peca de algo que ha sido propio de los gobiernos de izquierda no renovados: el no tener conciencia alguna de la escasez de los recursos. Tal como ocurrió con la gratuidad universal, una quimera imposible de cumplir.
Destinar 100 millones de dólares a un canal de televisión en el siglo XXI no parece tener ninguna justificación. Es evidente que la plata se puede gastar mejor en muchas otras cosas.
En segundo lugar, hay un problema de incentivos (algo que tampoco suele creer la izquierda). Si tras despilfarrar la administración del canal estatal ahora viene el salvataje, ¿qué señal se les está dando a otras reparticiones públicas? Si el resultado del fracaso en la gestión es la suculenta inyección de recursos, ¿qué queda para Codelco, Metro o Banco Estado?
Pero había una sorpresa adicional: no todo era para el salvataje. Hay reservados 25 millones de dólares para el "canal cultural".
Podrá justificarse destinar ese monto a la cultura, pero ¿en manos de TVN? ¿Y si ella es capturada? ¿Y si sin ser capturada se vuelve a gastar mal la plata? Creer que la cultura debe entregarse a un ente monopólico estatal es simplemente negar el valor de la diversidad y de la espontaneidad. Es no acordarse de que el único Oscar chileno lo ganaron dos jóvenes profesores de una universidad "con fines de lucro", y no fue el resultado de un ente estatal.
En cuarto lugar, el proyecto incrementa el riesgo de control estatal, ya que se estipula un aumento del número de directores nombrados por la presidencia. Es decir, un pequeño misil hacia la autonomía.
Pero todavía hay más. Como parece ser que al Gobierno le quedó gustando la existencia de los cabildos, ha determinado para el canal público la creación de una especie de cabildo "representativo de la sociedad civil", al que llaman Consejo Consultivo. El asambleísmo de izquierda y el corporativismo de derecha suelen atribuirle valor a este tipo de cortes, precisamente porque no creen en la democracia representativa.
¿Quiénes serán los representantes de la sociedad civil? ¿Cómo se determinarán? ¿Los viejos, los jóvenes, los niños? ¿Hombres y mujeres? ¿Heterosexuales y homosexuales? ¿De derecha y de izquierda? ¿Creyentes y agnósticos? ¿Humoristas y filósofos?
El proyecto de TVN representa bien lo que ha sido este gobierno. No será probablemente lo más dañino que quede para la posteridad, pero será una buena muestra de lo equivocado de las prioridades y de lo errado de la conducción.
Algunos piensan que hemos tocado fondo. Que no hay nada peor que esperar. No se dan cuenta de que quedan muchos peldaños más abajo. La Argentina de la señora K, el Brasil de Dilma y la Venezuela de Nicolás Maduro, en ese orden, todavía están muy lejos.
Sin embargo, el proyecto de TVN pasará a ser una chambonada más del Gobierno. Sorprende que Rodrigo Valdés, nuevamente, haya dado la anuencia a algo así. Pero es una señal más de un gobierno en el que no caben todos dentro de la misma pantalla y en el cual la transmisión ha sido de mala calidad y en "baja definición".