Tras la irresistible poesía de "Rain", que visitó Santiago en 2011, y "Cirkópolis", que nos maravilló hace dos años con su estética "retrofuturista", creímos que Cirque Éloize ya no podía asombrarnos. Pero ahora la troupe canadiense que más ha hecho en las últimas dos décadas por desarrollar el concepto de "nuevo circo" o "circo contemporáneo" (muchísimo más que su coterráneo, el cacareado Cirque du Soleil, con su repetida y grandilocuente espectacularidad) nos trae "ID", su séptima creación en gira desde su estreno, en 2009. Una propuesta realmente excepcional, sin exagerar capaz de cortar la respiración y dejar a su público al borde de la butaca por su belleza, virtuosismo de ejecución y rebosar además de una energía electrizante.
Dirigida por Jeannot Painchaud, uno de los tres cofundadores del grupo en 1993, es la entrega que mejor explica su curioso bautizo en dialecto francocanadiense (Éloize = relámpago de calor). Y es el exponente más contemporáneo que hayamos visto hasta ahora de la corriente de "nuevo circo": a su lado, los shows del Soleil lucen lerdos y anticuados. Planteada en escenario convencional de "cuarta pared", como todo lo que hace este ensemble, fusiona técnicas circenses con recursos teatrales, danza y tecnología audiovisual de punta, de una forma tan vibrante y vertiginosa que impresiona como un espectáculo de teatro total propio del siglo XXI. Una obra de arte escénica que es un estimulante reflejo del mundo actual, y se destina al espectador de hoy habituado al bombardeo visual y la cambiante multiestimulación que se despliega en las pantallas.
Desde el punto de vista del lenguaje base, muestra una secuencia de pasmosas rutinas de acrobacia, malabarismo y equilibrio, cada una de las cuales cruza la frontera de lo visto hasta ahora. Ejecutadas con perfecta precisión y sin aparente esfuerzo, agregan siempre algo nuevo. A menudo parecen ser habilidades casi sobrehumanas que nos dejan con la boca abierta. Pero eso -sin duda, excepcional- es solo el instrumento, la gramática de una brillante puesta en escena que retrata la vorágine de la vida citadina de hoy. Una realidad superpoblada, caótica y violenta en que los individuos tienden a uniformarse. Así que cada cual trata de definir su identidad propia, lucha por marcar el sello personal que lo hace único; por ejemplo, a través de la dinámica del baile o de la destreza acrobática, lo que explica el título de esta creación cien por ciento urbana, juvenil y lúdica.
Nos instala en el espacio público de una gran ciudad con sus 15 performers vestidos a la moda actual. A veces sugiere el enfrentamiento pandillero (como en el musical "West side story") o tiene la delicadeza de un dúo amoroso. Casi siempre en escena hay más de una sola acción, multiplicando los focos posibles de atención. Los personajes se expresan a través del rap, el hip hop, el break dance y otros bailes juveniles en boga, sobre una estimulante música de contagioso pulso que suele incorporar el scratch. La escenografía, cuyos distintos niveles dan variedad a los desplazamientos, incluye proyecciones que replican la estética del cómic y del grafiti, y en las imágenes virtuales en movimiento de la segunda parte resuena el cine futurista tipo "Mátrix" o "El origen". No hay humor bufo aquí, pero sí a veces bicicletas o patines. Esta joya tiene dos actos de 45 minutos separados por un intermedio.