La pregunta que caracteriza a la adolescencia viene de un genuino sentir de que hay definiciones que tomar que van a marcar nuestra vida futura. Sería importante que los adultos también se la hicieran de vez en cuando. Si bien en la edad adulta la libertad para hacer cambios es mucho menor que entonces, la pregunta es un ejercicio de identidad. Cómo juntar los pedazos de la vida y mirar el continuo.
¡Estamos tan ocupados!
Cuántas horas gastamos haciendo cosas que ni siquiera sabemos si queremos hacer, comprando cosas que no necesitamos, teniendo conversaciones intrascendentes para acumular amigos y hacernos la ilusión de que no estamos solos. Tanto tiempo perdido en gastar de nosotros mismos sin haber siquiera tomado la decisión de si es ahí donde queremos invertir.
El resultado es el vacío que se hace más y más grande y que lleva al desgano, a la pérdida de ilusión y de fuerza y luego a la depresión. ¡Tan de moda que están los balances entre gasto e ingreso entre los ciudadanos de hoy! ¿Alguien saca la cuenta de cuánto ingresa y sale de este pobre corazón que hace y hace cosas sin que nadie le pregunte si es lo que quiere? Los expertos en egresos saben bien que lo gastado inútilmente termina por ser pérdida y no ganancia. Como comprar una blusa por puro vacío, en la ilusión de que consumir y tener una blusa nueva puede darme alegría, para que termine colgada en un clóset solitaria y abandonada. Eso es gasto. Si esa misma blusa genera algo, ya puede cambiarse al ítem "ganancia". O sea, me puse la blusa y me sentí cómoda, linda, liviana y alegre...pura ganancia.
¿El desenlace?
Que situar a un acto adulto en la columna de lo ganado y no de lo perdido pasa por hacerse la pregunta anterior: ¿Qué quiero?
La o las respuestas darán origen no solo a nuevos actos, sino a nuevas preguntas. Es fuerte preguntarnos qué queremos cuando vamos a hacer un acto trivial. Fuerte porque nos puede conectar con espacios que no queremos ver o respuestas que no queremos oír. Como con la blusa, que hemos tomado de ejemplo intrascendente, la respuesta puede ser: la compro porque me siento vieja y sola y quiero un poco de coloro la compro porque estoy aburrida...mi vida es puro deber, ya no sé qué quiero.
Como sea, es un ejercicio que recomiendo. Es un pequeño regalito a nuestra escasa libertad. Saber por qué. Saber qué quiero.