Ahora que la programación de las salas, el cable y el
streaming se asemejan más que nunca, no cuesta pensar en los festivales de cine como las nuevas catedrales del audiovisual. En torno a ellos los fieles se reúnen, discuten, peregrinan, juran fidelidad a los nuevos maestros del medio y pueden ver sus obras en la gran pantalla. Es una clase de fervor que podría mover montañas, pero que a algunos directores, como Pedro Costa, parece tenerles sin cuidado, o al menos eso se desprende de su último filme, el exigente "Cavalo Dinheiro", estrenado en la edición 2014 del Festival de Locarno (donde ganó mejor dirección) y que ahora llega a
blu ray con su título anglo, "Horse Money".
Es el primer largometraje del cineasta portugués en casi una década y -dado su estatus de leyenda- generó de inmediato ríos de tinta, crítica e interpretación acerca de lo que el artista quería decir. Se habló de una cinta poblada por fantasmas, de un manifiesto político, de homenaje al cine de Jacques Tourneur, y si bien todas esas cosas son ciertas, basta leer lo que opina el propio Costa para admitir que su película no tiene nada de impenetrable o de abstrusa y que fue naciendo lentamente tras escuchar y madurar las historias de Ventura, un obrero al que conoció mientras vivía y filmaba en el hoy demolido barrio de Fontainhas. Porque esa es la cosa con Costa. No filma a "los pobres" y luego se marcha a realizar un nuevo proyecto. Durante años ha construido arte entre y junto a ellos, colaborando y conformando una verdadera familia cinematográfica; por lo mismo, se siente autorizado -llamado, casi- a filmar las pesadillas de su amigo: recuerdos de juventud, de los días en que recién llegado de Cabo Verde se enredó en una pelea y fue a dar al hospital con un corte de navaja en la cabeza (que necesitó 96 puntos), y a la semana se fugaba a las afueras de Lisboa con sus compatriotas, asustados por las consecuencias del golpe militar que desencadenó la Revolución de los Claveles, y derrumbó 40 años de dictadura del Estado Novo.
Costa ha dicho que ese noviembre de 1975 fue una de las épocas más felices de su vida, pero que, conversando con Ventura, esas memorias de alegría contrastaban con la historia de terror vivida en ese momento por los inmigrantes y que inevitablemente ello se refleja en los oscuros corredores e inquietantes habitaciones hospitalarias por las que circula el protagonista, quien, desorientado por este opresivo ensueño, trata -sin mayor suerte- de despertar. Como si el peso de aquella penumbra sin fin (digna de la magistral "I Walked with a Zombie", de Tourneur), permaneciera inalterado décadas más tarde, mientras el director y su actor tratan de exorcizarla, a sabiendas de que ello es imposible.
Mucho se ha hablado de la titánica secuencia final, en que las espectrales y revenidas esperanzas de una vieja revolución por fin le dan alcance a Ventura, encerrado en un ascensor junto a un soldado que semeja un alma en pena; pero el verdadero corazón del filme radica en la manifiesta y descarada inspiración clásica contenida en cada plano de la obra, extendiendo y transfigurando en el nuevo siglo el legado de John Ford y Jean Marie Straub, dos favoritos que el portugués no se cansa de homenajear y desafiar. Fue Straub quien dijo que Ford era el único capaz de filmar el modo en que el viento corre entre los árboles. Costa intenta lo mismo en "Cavalo Dinheiro". Intenta lo imposible, va y regresa para contarlo.
Cavalo Dinheiro
Dirección de Pedro Costa.
Con Ventura y Vitalina Varela.
Portugal, 2014, 104 minutos.