Gran revuelo ha provocado el anuncio de Hernán Büchi sobre su decisión de radicarse fuera de Chile. Su explicación trasunta desazón y frustración con el curso que ha tomado el país.
Se trata, desde luego, de una determinación personal, propia de alguien enteramente libre. En Chile, somos poco respetuosos de la libertad y la diversidad de opiniones, nos apuramos a dejar caer sobre los otros toda suerte de juicios y condenas. En lugar de ello, creo mejor examinar qué hace a un hombre criterioso y dotado de superior inteligencia, que ha rendido valiosos servicios a la patria, tomar semejante determinación.
Como era previsible, blanco de muchos ataques ha sido su aseveración en cuanto a que Chile presentaría hoy inaceptable "incerteza jurídica". Es cierto, como han dicho sus críticos, que el ex ministro vivió y participó en el régimen militar, el cual mal podría considerarse un modelo en la materia. Pero lo que estos no reparan es que el aludido, pudiendo haber seguido una brillante carrera profesional en el exterior, resuelve tras sus estudios volver al país, precisamente a aplicar su enorme talento, creatividad y energía a la construcción de un orden social en el cual fuese altamente improbable volver a vivir sobresaltos como los de entonces. Las instituciones que hicieron posible la estabilización de la economía, el florecimiento de la libertad económica y el perdurable progreso económico y social que hemos disfrutado -muchas de las cuales llevan sus huellas digitales- también pavimentaron el camino de nuestra exitosa transición a la democracia.
Que a propósito de atender determinadas demandas sociales, el actual gobierno se ha embarcado en amplio y costoso programa de reformas, cuyo principal efecto ha sido sumir al país en una dañina incertidumbre, es difícil de rebatir. Incluso el Fondo Monetario Internacional alude a ello cuando pronostica un humillante 1,5% de crecimiento para Chile. Que se respira un clima de recelos mutuos, que hay creciente violencia física -en nuestras ciudades y La Araucanía-, que se ha desatado un frenesí legislativo para demoler piezas claves del modelo económico y social, que se promueven cambios constitucionales de trascendencia aún imprevisible, es también irrefutable. Para lo que la denuncia de Büchi debería servir es para encender las alarmas y rectificar el rumbo: Chile debe saber atraer y retener talentos como el suyo, ya sea chilenos o extranjeros.
Naturalmente, la decisión de irse puede sonar a abandono. En verdad, estoy convencido de que no será ese el caso: en un mundo tan integrado es simple estar presente y hacer contribuciones al país desde el exterior, como de hecho hay muchos que hoy lo hacen. Por mi parte, pienso que ahora que el país ha probado el estropicio que dejan las retroexcavadoras, estará más proclive que nunca a escuchar nuestro mensaje y reanudar su ascenso hacia el desarrollo. Por ello, mejor quedarse, creo.