A Álvaro Scaramelli la fama le llegó de forma repentina, y le cambió por completo la vida. A los 15 años, cuando todavía estaba en el colegio y soñaba con convertirse en médico, aprendió a tocar guitarra, y se enamoró perdidamente de la música. Tanto, como para olvidarse de una carrera tradicional y tener que trabajar en restaurantes o lo que fuera para abrirse paso en un nuevo camino.
"Tuve la gracia de ser siempre muy metódico; entonces, partí estudiando música con un profesor de guitarra, pero al poco tiempo caí en las manos de Roberto Lecaros (destacado músico de jazz y compositor), y me metí de cabeza a estudiar piano. Después quise seguir aprendiendo, y no paré más", cuenta Scaramelli.
A los 19 años ya grababa su primer disco con el grupo Cinema y a los 21 se presentaba con éxito en el Festival de Viña; adquiría fama y era conocido en todo el país. "Antes era totalmente distinta la escena de ejecución. Además, tú salías en un programa de televisión como 'Magnetoscopio musical' o 'Martes 13', y la mitad de Chile te veía y te conocía. Así, empecé a hacer giras y a cantar también en regiones".
Todo parecía ir bien, pero a Scaramelli algo le empezó a incomodar. "La fama me provocó algo extraño. Piensa que yo voy al Festival de Viña con 'Los locos rayados' saltando arriba del escenario, y al año siguiente estaba con un disco en solitario que se llamaba 'Mi tiempo interior', vestido de blanco y replanteándome todo. Ahí compuse 'Déjenme', que hablaba de esta necesidad de estar solo. Todo eso me hizo entrar en una búsqueda más espiritual".
Actualmente, el músico divide su tiempo entre actuaciones, su trabajo como terapeuta de reiki y biomagnetismo, y su rol de presidente de la SCD donde tiene un objetivo claro: "Lo que queremos es mejorar la industria de la música chilena, que los artistas tengan más espacios para mostrarse abriendo más salas, yendo a regiones y vinculándose entre ellos".