No cabe duda que el cultivo de las ideas es fundamental para guiar la vida de las personas y de las sociedades. Con el Gobierno Militar se afirmó la primacía de las personas y de su libertad como base para reordenar el país. Sin embargo, habiendo transcurrido ya varias décadas, han ido prevaleciendo cada vez más las tendencias que favorecen la acción del Estado por encima de los individuos. Es decir, han alcanzado una gran difusión las corrientes de pensamiento que disminuyen el valor de la libertad humana para crear y desarrollar actividades, para favorecer, en cambio, el dirigismo social.
Esto es así a pesar que lo ocurrido durante el siglo XX comprobó la falacia del estatismo y mostró, además, los extremos de tiranía a que se puede llegar por ignorar la esencia de lo humano. Además, esto ha sucedido a pesar que hoy conocemos mucho mejor las ideas que destacan el valor y la trascendencia de la libertad y de la humanidad de las personas. Sin embargo, ha disminuido la adhesión social a estos valores.
Ha contribuido a esta paradoja la identificación casi total de esta corriente con la libertad que requiere la actividad económica para asegurar el mayor bienestar a la población, unida a la falsa idea de que, asegurado este, solas se afianzarían estas ideas en la mentalidad colectiva. No obstante que hemos alcanzado una notoria mejoría material, tanto en lo económico como en salubridad, prolongación de la vida, educación y numerosos otros aspectos, estas ideas tienen hoy menor adhesión.
De aquí se percibe que se ha descuidado completamente difundir el valor de lo humano y de su libertad creadora en los otros órdenes de la vida. Y, como corolario natural, que la institucionalidad que nos rija debe estar diseñada como un marco para que todos puedan desarrollar sus potencialidades para beneficio personal y colectivo, que es la base de una sociedad fuerte y sana.
Hoy, la difusión de estas ideas choca, no tanto contra la negra experiencia y los fracasos del siglo XX, sino contra el anonimato de nuestra sociedad de masas, caracterizada por la renuencia de todos a asumir las responsabilidades individuales, como medio de labrarnos el destino que cada uno desea para sí mismo (la publicidad comercial ha sido un gran agente de masificación). Hacia este punto es donde deben dirigirse los esfuerzos de difusión y de convicción para fortalecer a la sociedad y multiplicar las oportunidades. Esto solo lo puede brindar un horizonte amplio y abierto donde todos tengan cabida.