En el Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM, a semanas de su estreno, se agotan las entradas para las funciones de la comedia musical de Bertolt Brecht, Elisabeth Hauptmann y Kurt Weill, "Happy End". Fue escrita por el mismo equipo en forma paralela a "La ópera de tres centavos" y se estrenó en Berlín un año después, en septiembre de 1929, en el mismo Theater am Schiffbauerdamm, que es hoy la sala del Berliner Ensemble, el teatro de Bertolt Brecht.
El tema en ambas obras es una crítica a la moral del capitalismo y el final, en las dos, es un forzado "happy end". En "La ópera de tres centavos", Macheath es perdonado por la reina de Inglaterra cuando ya va a subir al cadalso, y en "Happy End", Bill es liberado porque el gobernador reaparece en la noche de Navidad y ya no se puede mantener la acusación de asesinato. A pesar de esas semejanzas, las diferencias son muchas y se notaron en los resultados. El éxito de "La ópera de tres centavos" fue arrollador, en cambio "Happy End" tuvo una mala recepción y duró en cartelera solo una semana. Es cierto que se ha vuelto a representar muchas veces, pero más por su calidad musical. Algunas de sus canciones, "Surabaya Johnny", "La canción de Bilbao", "El tango de los marineros" han pasado a tener vida propia fuera de la obra.
La traducción al castellano es de Omar Saavedra, que hizo su carrera como dramaturgo y novelista durante más de treinta años en Alemania y que es gran conocedor de su cultura. Él nos hace una aclaración: atribuirla a Brecht es "una falsa presunción", ya que "la obra ha estado desde un comienzo inscrita en la antigua editorial alemana de teatro Felix Bloch Erben a nombre de Elisabeth Hauptmann" (Programa del GAM). También se ha dicho que Brecht prefirió retirar su nombre después del fracaso.
Si bien "La ópera de tres centavos" y "Happy End" critican al capitalismo y su moral, "Happy End" es más bien un divertimento. A su crítica a la burguesía y su doble estándar, que impone una moral y se permite enormes transgresiones, agrega una visión satírica de lo norteamericano: Tanto los gánsteres como el Ejército de Salvación son presentados con humorística exageración. Todo tiene un carácter bufo, acentuado por la dirección de Álvaro Viguera. Si pensamos que es una comedia musical y que la trama es para incorporar canciones, está bien, pero al compararla con el macizo contenido social de "La ópera de tres centavos", esta comedia resulta liviana.
El director Álvaro Viguera organiza un gran espectáculo. Luces y sonidos inundan la sala. El escenario está dividido en dos pisos. En el superior están los músicos y la sede del Ejército de Salvación. En el inferior, el bar de Bill. Con rápidos movimientos y juegos de luces, el centro del escenario se convierte en mar, con tiburones que danzan mientras Aleluya Lili canta en el yate de Bill, y luego es el salón del templo del Ejército de Salvación.
En la teoría del teatro épico se propone que las canciones sean interpretadas por actores, no por cantantes, sin embargo se cuenta con que los actores dominen las técnicas vocales. En Chile tenemos un creciente interés por los musicales, y los actores han progresado en la ejecución de las partes cantadas, pero falta dominar los tonos, articular en forma clara las palabras y considerar la voz como un instrumento en diálogo musical con las otras voces.
Geraldine Neary, en el central papel de la Teniente Lilian Holiday, se insinúa como una actriz que puede llegar a dominar escenarios; Gabriel Urzúa, como Bill Cracker, justifica su protagonismo; Bastián Bodenhöfer, el carterista Nakamura al que llaman El Gobernador, impone su presencia con aplomo y calidad; Gloria Münchmeyer, Mayor Stone, confirma su trayectoria y hace un convincente papel de autoridad; Felipe Castro otorga rasgos propios a su Hannibal Jackson; Elvira López da variedad y fuerza a su papel de La Mosca; Catalina Marín, en silencio, mantiene la actitud insinuante y sensual de su personaje Miriam, la copetinera; Natalia Grez aparece en escena desde antes de comenzar la obra, alterna los roles de narradora y de policía. El conjunto de los miembros de la banda juega bien sus roles de bandidos en tono casi de cómics.
Es un espectáculo atrayente. El público goza de la música y el canto, las acciones tienen un buscado alejamiento del realismo, acentúan el carácter satírico; las coreografías que acompañan la música son expresivas y graciosas. Las canciones se captan más como música que como parte de la acción. Todo conduce a un forzado final feliz porque estamos entre gánsteres de Chicago y los musicales norteamericanos terminan en "happy end".
"HAPPY END"
Texto: Bertolt Brecht y Elisabeth Hauptmann.
Dirección: Álvaro Viguera.
Lugar: Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM.
Fecha: Hasta el 15 de mayo. Jueves a sábado, a las 20:00 horas, y el domingo a las 19:30 horas.
Entradas: Desde $4.000