Río Mapocho, torrente joven que corre por la cota alta del valle, nivelándolo con sus sedimentos en un programa de tiempos geológicos. Temperamental, generalmente se presenta como un inocente hilo de agua cuyo cajón parece excesivo y, cada cierto tiempo, recuerda con vehemencia que nuestras calles son su cuenca. Desde los albores de Santiago, mucho antes que el canal San Carlos trajera las aguas del Maipo, las huertas de los patios y las jarras de las mesas se servían del Mapocho. Y cada cierto tiempo, el río pasaba violentamente la cuenta por los servicios. Así, gran parte de la historia de la ciudad ha estado ocupada en civilizar el río y, cuando la pausa entre temporales permitía el olvido,en imaginarlo.
Los Tajamares, obra cuya voluntad se transfirió entre siglos, permitieron soñar una Alameda de Las Delicias sobre el brazo que corría por la Cañada. A su vez, los empedrados de las defensas fluviales fungieron como el primer pavimento moderno sobre el cual merecían arrastrarse los vestidos de moda. El engalanado paseo fue la matriz de los parques ribereños que se extendieron con el Parque Forestal y, posteriormente, hacia el oriente y el poniente.
Y su antiguo lecho, balneario popular y bebedero de bestias, fue frontera entre señoritos y chimbanos, y campo de batalla para subsanar las diferencias a peñascazos, como recordaban José Zapiola y sus coetáneos. Atrás quedó el tiempo en que fue sinónimo de hediondez, cloaca urbana por donde navegaban las balsas de algunos intrépidos universitarios. Fiel refugio de los niños que mostró a la ciudad el Padre Hurtado y que siguen subsistiendo en las caletas, mientras se cierra una promesa amorosa con un candado en el puente Racalamac.
Cuántas veces se volvió balneario o estanque navegable en la imaginación de políticos tan variopintos como Vicuña Mackenna, Allende o Piñera. Hoy, cercenado irremediable y ofensivamente para las autopistas, se vuelve a soñar como espacio de los libres; como una nueva ruta para la tracción humana. Y quizás algún día, el río no podrá burlarse más de nuestra paleotécnica hidráulica, cándida y amnésica.
Qué sabes de cordillera, soña-dor santiaguino.