Hace más de medio siglo España llegó a América buscando nuevas rutas para acceder a las riquezas asiáticas, cuyo camino por tierra el imperio otomano le bloqueaba. Era una cruzada de subsistencia y, por cierto, de fe. Hoy es Mega, un canal de TV chileno, quien viaja hasta el Viejo Mundo para buscar un bien cada vez más escaso: buenos personajes de telerrealidad.
El equipo liderado por Ignacio Corvalán se fijó para "Amor a prueba" (2015) en una joven venezolana avecindada hacía años en España, que con cuatro realities en el cuerpo ya era gran figura en la península europea, donde la TV basura es un género tan validado en los medios como la prensa rosa lo es a nivel editorial. Este año, la red privada perseveró en su hallazgo y trajo nuevamente a la mujer, ahora de 23 años, para "Volverías con tu ex".
El reality que ya se ha convertido en lo más visto de nuestra TV es lo que es, en buena medida, porque su principal villana tomó un vuelo imposible de frenar. Oriana González Marzoli, la chica incorrecta de voz insufrible, se ha transformado en objeto de idolatría, de esos que por el exceso de atribuciones que se le otorgan causan adoración o repulsión.
El hashtag -o etiqueta- #mequieromorir que acompañó su expulsión en el más reciente capítulo del reality no solo fue la tendencia número uno en twitter a nivel nacional. Los datos de la producción dicen que también ocupó el segundo lugar en España, solo siendo superado por el hashtag de otro reality , por el capítulo final de "Gran hermano VIP".
Con el rating de las emisiones en pantalla dándole el liderazgo, con las menciones en las redes sociales haciendo lo propio y las visitas del sitio web del canal llegando hasta un millón por día, es claro que la ruta propuesta por Mega es un éxito a nivel de ganancias económicas. No obstante, quedan dudas respecto de la ganancia moral de esta expedición. Moros y cristianos vuelven a enfrentarse, ahora, en el área valórica del género televisivo más controvertido de la actualidad.
Es cierto que Oriana es incorrecta, pero es divertida hasta la hilaridad. También es caprichosa, pero muestra una inquebrantable voluntad. Es tan impúdica en la expresión de sus emociones, que hace realmente replantearse cuánto de acartonamientos hay en la propia moral. Porque por superficial que se vea su preocupación por su look -"ya se quisieran ser una Barbie humana como yo"- o por hiriente que sea con sus compañeros -"no me hables más, no te quiero dar pantalla"-, difícilmente alguien podría decir que en ella no hay verdad.
La gran gracia de esta joven gema de telerrealidad es que en ella no hay impostación, no hay ni el más mínimo esfuerzo por elaborar un personaje o desatar una acción. A diferencia de las locales Luli, Angélica Sepúlveda, Adriana Barrientos, etcétera, y las extranjeras Michelle Carvalho o Eugenia Lemos, ella es en sí un personaje, ella es toda conflictividad. Ella es una tremenda profesional.
Si Oriana fuese chilena, quizás los programas de farándula ya habrían visitado sus colegio, entrevistado a sus padres y desclasificado a sus ex. De alguna u otra forma habrían querido intervenir desatando juicios públicos a su entorno, que terminarían afectando su propio desempeño laboral. Pero, afortunadamente, el desarraigo de este personaje televisivo terminará por dar la mejor muestra de cómo opera la doble moral local.
Sí, es cierto: Oriana es insoportable, el peor ejemplo que nuestros hijos pueden tener, pero a la vez es el mejor personaje televisivo que nos brinda hoy la televisión. ¿De quien será el problema: del medio de entretención o de quienes buscan los ejemplos donde difícilmente están?
El jueves pasado, Oriana fue expulsada -por votación de sus compañeros- debido a una agresión física a Gala, su compañera en un programa que se basa en una agresión psicológica mayor: el encierro. Entonces, no hay que ser demasiado perspicaz para prever que siendo esto un show de televisión y no una Santa Inquisición, Oriana muy pronto volverá.