El robo al banco es prácticamente un subgénero en el cine, un argumento recurrente porque, si se sabe hacer bien el guion, suele conseguirse una película entretenida que funciona como pretexto para instalar un tema coyuntural que conecta con el espectador.
Se trata de ubicar dentro de un recinto cerrado -generalmente asediado por las fuerzas del orden- a un grupo de personajes -asaltantes y víctimas- que, sometidos a situaciones límites, sacan a relucir aspectos inesperados de su personalidad (fortalezas, debilidades, culpas, etc.), que ponen en jaque y llegan a trastocar el plan.
Desde "Mientras la ciudad duerme" ("The asphalt jungle", 1950), de John Huston (con Marilyn Monroe en un maravilloso secundario), a la algo pretenciosa "El plan perfecto" (2006), de Spike Lee (con Clive Owen y Jodie Foster), pasando por "El día que robaron el banco de Inglaterra" (1960, con Peter O'Toole), hasta la chilena "Johnny cien pesos" (1994), de Gustavo Graef-Marino, inspirada a su vez en "Tarde de perros" (Sidney Lumet, 1975, con Al Pacino), la lista es larga y memorable.
La recién estrenada "Cien años de perdón" se inscribe en esta tradición.
La coproducción argentino-española es un muy entretenido y tenso thriller , con un guion perfecto (genial Jorge Guerricaechevarría), que en una hora y media pone en escena el atraco a un gran banco, en un calamitoso día de lluvia en Valencia -que más parece el diluvio universal-, que tiene a la ciudad convertida en un caos.
Ya con esa tensión a cuestas, agudizada por una circunstancia mucho más problemática para ella que el mal tiempo, la directora de la sucursal llega para abrir y apurar a los empleados a dar curso a las tareas del día. Y estas tienen que ver con los clientes morosos, que llegarán a ver que nos les quiten la casa o lo que fuese.
La dura crisis económica española de 2008 es el telón de fondo.
Con la escena instalada, una banda de seis sujetos (la mayoría argentinos) irrumpe con armas, mascarillas y cubiertos de chalecos con explosivos.
"Cien años de perdón" es un clásico McGuffin, un término acuñado por Hitchcock (que lo tomó del
music hall) para referirse a un elemento que sirve como pretexto dramático, y hasta cierto modo un distractivo, que mantiene la atención del espectador, pero que al fin de cuentas no es lo realmente relevante (porque se trata de que nada sea lo que parece).
Y en Valencia, mientras llueve sin misericordia, "el gallego" (Luis Tosar), "el uruguayo" (Rodrigo de la Serna) y su banda se dedican a vaciar las cajas de seguridad, para, según lo planeado, largarse en media hora.
Pero hay tres situaciones con la que no contaban: una, que alguien lograra activar el timbre de seguridad, de manera que muy pronto toda clase de policías tienen rodeado el edificio. La otra es un imprevisto que sí que traba el plan. Pero lo peor es una información, un dato, aquello que realmente es lo relevante, que da vuelta todas las perspectivas.
Tras esta clásica historia de un robo a un banco que se complica, está la puesta en escena de la corrupción política que alcanza hasta a la Presidenta y su partido, ex colaboradores-cómplices que han buscado formas de protegerse para que el desembarco no sea tan "brusco", operadores que corren para evitar el desastre que parece venirse.
Si bien es evidente que el director español Daniel Calparsoro se inspiró en hechos ocurridos en su país, su opción de no ponerle nombre propio ni a la Presidenta ni al partido evita que los hechos queden limitados únicamente a esos sucesos, con lo que la historia ofrece una lectura más universal (¡la condición humana!). Y las noticias nos están mostrando que de este lado del gran charco, por ejemplo, hay más de una "situación" que nos sonará conocida.
Como para decirnos que "en todas partes se cuecen habas", uno de los ladrones comenta al pasar que fue víctima del "corralito" argentino.
No todos son malos en un lado y buenos en el otro. Hay harta zona gris en cada personaje -algunos más cargados al negro, sí- y cada carácter tiene su singularidad, de manera que protagonistas y secundarios aportan atractivo a la historia.
No pestañee. Si se perdió algo, lo entenderá en escenas siguientes.
Muy entretenida.
(En cartelera).