En enero fue Jaime Valdés. El martes, Justo Villar. Y ayer, José Luis Sierra. El denominador común: la pública reprobación por la escasísima inversión que hizo la directiva de Colo Colo para enfrentar los dos compromisos del plantel, el torneo local y la Copa Libertadores. A horas de que el club juegue el partido más importante en lo que va corrido de la temporada, las declaraciones del entrenador y del arquero se pueden considerar, sin margen de error, una devolución de mano a las inoportunas afirmaciones de otro que juega con la misma moneda, Aníbal Mosa.
A diferencia de Universidad de Chile, donde el plantel no necesita enemigos externos porque estos se encuentran en el propio camarín, los jugadores de Colo Colo han focalizado su malestar hacia el presidente del club, quien con sus improvisadas verborreas ha despachado todo lo que un grupo de futbolistas experimentados puede aborrecer: enjuiciar al entrenador por decisiones estratégicas y responsabilizar públicamente a los jugadores por resultados adversos.
El bajo impacto que esta guerrilla colocolina había tenido desde el punto de vista mediático solo era explicable porque la campaña opacó las ostensibles diferencias conceptuales que tienen Mosa y Sierra de cómo debe estructurarse un plantel de acuerdo a sus desafíos deportivos y su balance financiero. Claramente, el criterio economicista impuesto por el directivo había dominado la escena porque los resultados conseguidos por el disminuido plantel albo silenciaron los crecientes cuestionamientos de los futbolistas. Pero, obviamente, ante un escenario deportivo mucho menos confortable como el actual, el real sentimiento de los jugadores aflora sin mayores filtros, porque para varios no hay mucho que perder si es que los dos grandes objetivos deportivos del semestre se frustran. Y las declaraciones del comedido Villar son el ejemplo claro de un íntimo y hasta justificado malestar.
Por cierto, tanto Sierra como el plantel tampoco son dignos de elogios cuando ad portas de un compromiso clave como el de hoy aprovechan de enviar el mensaje de la pobreza como justificación para un eventual fracaso. Pero en la lógica de Mosa, que suele opinar con el diario del día lunes en la mano, el reproche por la apretura económica o la falta de ambición directiva suena a una anticipada represalia hacia un jefe que no ha sido leal con guardar silencio por una derrota inesperada o un bajo rendimiento individual.
Es difícil proyectar cómo le podrá ir en la Copa Libertadores a Colo Colo si es que supera a Independiente del Valle o si va a llegar hasta la última fecha del torneo local disputando el título. Pero lo que es fácil acertar es que al término de este semestre todo este volumen de "fuego amigo" va a terminar con varios heridos de gravedad y más de uno sin sobrevida en la tienda popular.