El regreso de "Vértigo" a las pantallas de Canal 13 no es oportuno, ocurre cuando las celebridades de antaño están de retirada y lo que va quedando es un peripatético espectáculo de lo que alguna vez fue arrojo y provocación.
En un set flanqueado por María Eugenia Larraín reconvertida en madre y un par de aspirantes a referentes del humor, Canal 13 insiste en pantalla con este formato que hace dos años, cuando comenzaban a destaparse los escándalos de colusión y corrupción, podía ser leído como audaz y bizarro, pero que hoy sucumbe ante la pusilanimidad de ver cualquier intención de ese estilo superada por la vergonzante realidad que los noticiarios ya normalizan como "actualidad".
El libreto de Yerko Puchento, otrora visto como una amenaza a la institucionalidad, hoy resuena como cualquier charla de bar. Ingenio de menos o de más, talento sobrante o desperdiciado, lo suyo dejó de tener carácter de denuncia para pasar a ser más de lo mismo, más de lo que día a día ya casi ni vale la pena comentar. Mucho menos lamentar.
En medio de ese aturdido clima de turbación, de descomposición nacional, no es de extrañar que se alce como ganadora María Luisa Cordero, una profesional de la salud mental que regresa a Canal 13 dos años después de haber sido marginada de pantalla del matinal "Bienvenidos" por decir algo incómodo e impopular: una verdad.
La misma panelista que en medio del afiebrado clima mundialero cuestionó a los deificados seleccionados nacionales aludiendo a su extracción social, hoy es premiada por el público por decir que al mundo político y empresarial le sobra clase pero le falta decencia, moral.
Cordero, una mujer que vive sola, que dejó en conserjería una llave para que si ella desaparece por unos días su cuerpo inerte no se agusane -así lo reveló en Vértigo-, no busca aprobaciones de ningún tipo. Al contrario, parece buscar desaprobación para así fomentar capacidades críticas que parecen ser esquivas en la idiosincrasia local.
Ni los futbolistas son héroes ni los dirigentes -de ninguna esfera institucional- son impunes a la descomposición. Cordero lo viene diciendo desde el inicio de sus apariciones televisivas, a fines de los 90, hasta su actual etapa en la TV cable, pero siempre se le ha prestado la atención que toda tía sola y amargada merece en cualquier grupo familiar. ¿Su triunfo? Una consolación, quizás. Una forma de decir "tía, no estabas tan equivocada en realidad".
El punto, tanto en la escala familiar como en la nacional, es que mientras los triunfadores del mundo de la celebridad, de la belleza, del deporte, del humor, de la gobernancia -de lo que fuera, en realidad- se fueron solazando con los disparates de otros díscolos al sistema que los validó a ellos por su funcionalidad, no prestaron atención a su propio proceso de putrefacción.
En televisión es igual. "Vértigo", el antes llamado estelar del pueblo, el espacio que no tenía miedo a la verdad, no logró imponerse en su debut. No tener nada que ocultar -su nuevo eslogan- en un país donde queda poco que transparentar, está lejos de ser un atributo diferenciador. Su rating quedó por debajo del reality "Volverías con tu ex", un programa de Mega que tiene una gran gracia: perseverar en un casting internacional tras haber diagnosticado a tiempo que a nivel local no quedaban chicos realities libres de fermentación.