Las preferencias temáticas de lo que llamaríamos nuestra novela tradicional privilegiaron la representación de los conflictos que se desarrollaban en los ambientes de la oligarquía y de la clase media. Aunque el interés hacia la sociedad marginal se inició en 1902, con la publicación de Juana Lucero , reaparecerá solo esporádicamente en nuestra narrativa de los años posteriores: El roto (1920), La viuda del conventillo (1930) e Hijuna (1934). Tres décadas más tarde se publican dos novelas que causaron escándalo debido a lo que se llamó la ofensiva crudeza de sus representaciones: El río (1961) y Esto no es el Paraíso (1965). Comparadas con algunas novelas sobre la marginalidad que leemos hoy parecerían cuentos de hadas.
La desconfianza en los discursos de la modernidad ha renovado el interés de nuestros narradores más jóvenes para representar de la manera más verosímil posible la periferia social contemporánea. Sin embargo, esa misma desconfianza ha relegado la intención redentora de Augusto D'Halmar, la mirada compasiva de Joaquín Edwards Bello o la cólera testimonial de Alfredo Gómez Morel, a la condición de objetos polvorientos en un abandonado museo de provincia. La marginalidad es observada ahora desde perspectivas contradictorias donde se abrazan la entusiasta admiración de la cultura pop, punk y underground anglo-americanas con el escepticismo, amarga ironía, desparpajo y desesperación frente a las ofertas de la sociedad neoliberal. Manual para robar en el supermercado es un buen ejemplo de esta nueva narrativa de los márgenes.
Escrita con un estilo de violentos aguafuertes, con imágenes que no conocen concesiones, metáforas, subterfugios o pudores lingüísticos, la novela de Daniel Hidalgo utiliza el motivo del triángulo amoroso para representar un período crítico de la anodina existencia de Manu, un adolescente contemporáneo criado en ambientes de Valparaíso que han sido destituidos de todo el pintoresquismo de las tarjetas postales. Manu es un muchacho de dieciocho años, tímido y solitario, proveniente de una familia económicamente destrozada con la que no se identifica ni mantiene mayores vínculos de comunicación. Su vida cotidiana bordea límites de exasperante desesperación: es un "modelo prefabricado... compuesto de una rutina de derrota tras derrota". Manu se evade de la atmósfera que lo rodea dibujando una historieta de su invención: Las Desagradables Aventuras del Niño Vómito, y sumergiéndose obsesivamente en el estruendo de la música pop, especialmente del grupo rockero Weezer, a quien admira porque "las canciones de Weezer solían ser como películas de fracasados adolescentes que fracasan". Comienza a estudiar diseño gráfico y tiene la oportunidad de conocer a Lucy, una rebelde chica punk que acaba de romper con su novio, el Cucaracha, y con quien, nos relata Manu, "podíamos escuchar música bacán, fumar marihuana y tirar al mismo tiempo y eso era lo más cercano al amor que podía aspirar cualquiera". El mundo de Manu durante el año de su crisis es, como él mismo describe, un "hoyo negro". Los lectores lo percibimos desprovisto de valores, donde robar no es un delito y se practica hasta el embrutecimiento la cultura del alcohol, la droga, la masturbación y el sexo desaforado. Es el mundo de una juventud abandonada, universitaria o no, incapaz de comunicarse sino con un lenguaje elemental y animalesco, y que se traslada como manada de zombies del estruendo de una tocata underground a otra. Como lo sugieren ciertos fragmentos intercalados en el relato de Manu, es el Armagedón de un universo cuyo origen respondió a la actividad de una maravillosa lógica cósmica.
Sin embargo, decepciona la resolución del conflicto imaginado por Daniel Hidalgo. Diría que se disuelve de manera bastante conservadora: los personajes protagónicos terminan acomodándose fácilmente al statu quo que rechazaban. Lucy abandona su fisonomía punk y se va a vivir con el Cucaracha a La Serena; Manu se convierte en estudiante modelo de la universidad y otros forman felices familias.
Una novela que a lo largo de sus páginas provoca mucho estruendo y termina en silencio.