En la novela se habla de intercambios propios del libre mercado y de la globalización. Del estilo warholiano de comer un plátano. Del punk, del estilo punk, de las chicas punk. Son, sin embargo, referencias que actúan en un sentido inverso al habitual: denotan todo lo que Valpore no es, ni la novela ni el lugar de ese nombre que es la representación de la miseria del puerto, reverso grotesco de la ciudad patrimonial que se restringe a tres o cuatro cerros. Como escribe el narrador, "los porteños de Valpore han escuchado de una ciudad llamada Valparaíso, pero la mayoría no la conoce, nunca ha visto el mar: son el culo del patrimonio". Cristóbal Gaete, tal como en Motel Ciudad Negra, breve obra que ganó el Premio Municipal de Novela 2015, explora el lado oscuro de los cerros y del plan porteños. Hasta aquí podría no haber ninguna novedad: el feísmo y la miseria son temas recurrentes en la literatura, ahora y en otras épocas donde esta tendencia fue sumamente marcada. La diferencia está en el tono. Gaete no es, ni mucho menos, un escritor que apela al realismo. La miseria que asoma en sus libros no pide redención ni suplica por un nuevo orden social. El autor instala, en cambio, una escena donde reinan el grotesco, la alucinación, la experimentación con cuerpos, la clonación de mostros (entiéndase: toda persona con alguna malformación llamativa o dotada de extrañísimas características, como dar a luz una caja de vino). Una ciudad que se alimenta de drogas, alcohol, violaciones y, en lo alto de Valpore, donde los niños no comen si no roban, de la pedofilia. Así Gaete construye un plato fuerte y chirriante, donde el caos se multiplica y crece hasta convertirse en una fuerza avasalladora de contornos apocalípticos.
Es evidente que no le interesa el estilo o la elegancia de la forma; al contrario, hay cierta tosquedad narrativa que corresponde muy bien al recorrido de los protagonistas por ese puerto teñido del color de una negra y arrasadora fantasía. El Pulpo -que a veces desaparece en exploraciones submarinas-, la Madre -quizá el más mostro de los que circulan por la novela-- y el narrador pueden estar en Horcón o Casablanca, pueden circular en una limosina o en taxi, pueden estar en prostíbulos o en la playa, pero no pueden renunciar a su pertenencia a Valpore, esa ciudad de pliegues y dobleces cuyas historias golpean como mazazos, una cenicienta amenaza desde donde han huido los grafitis, las antiguas casonas, los restaurantes para turistas y los paseos con vista al mar.
Cristóbal Gaete. Garceta Ediciones, Santiago, 2015. 88 páginas.