Fui invitado a dar una charla a un pequeño grupo de estudiantes universitarios interesados en crónica urbana y crítica de arquitectura. Tuve entonces la obligación de reflexionar sobre lo que para mí significa este interés, las cosas que me motivan y me preocupan. Esto les dije:
Escribir es un acto de exorcismo. Es también un soliloquio. No se escribe para los demás, sino para sí mismo, del mismo modo en que el arquitecto proyecta, en el fondo de su alma, para sí mismo. Es la experiencia propia, la voz interior, la personalidad, la propia visión del mundo la que puede o no resultar interesante (encantadora, fascinante, emocionante) al prójimo. Escribir y editar son dos artes distintos, en tiempos distintos. Los escritores pueden o no ejercer esos dos oficios. Hay escritores que no podrían haber existido sin un editor a su lado. Escribir es compulsivo; editar es reflexivo, racional. El mejor aforismo al respecto es de Ernest Hemingway: "
Write drunk; edit sober". Editar es destilar, podar lo superfluo, superabundante, distractor, innecesario, no solo en ortografía, gramática y puntuación, sino especialmente en la sintaxis, por lo tanto, elegancia. Editar es releer y releer. Escribir puede ser rápido y gozoso; editar, lento y angustiante.
Escribir ensayo, opinión o crítica se ejercita con disciplina. Son géneros dinámicos, que buscan la economía y la eficacia, sobre todo al estar vinculados al mundo vertiginoso de la edición periodística. Pero la escritura no es necesariamente un proceso lineal; también puede ser un proceso orgánico en que se establecen las pocas certezas que se tengan (frases, imágenes, párrafos), aunque dispersas, y después se conectan y entrelazan. No hay que temer cortar y pegar, que es lo que hacían literalmente los periodistas antes del computador.
Opinión o crítica se sustentan en la presentación de datos fidedignos, su análisis, su interpretación, una proposición de la verdad o realidad y un juicio sobre esta realidad o su futuro. En la ética de la opinión, el autor tiene el derecho a recibir el respectivo crédito y retribuciones, así como el deber de consignar las fuentes fotográficas, bibliográficas y citas, y hacerse responsable de sus dichos. La difamación es la difusión de una ofensa. Distingue entre injurias (deshonra, descrédito, ofensas al honor) y calumnias (atribuir falsamente un delito a un tercero). Sin embargo, la difamación se configura solo si se deduce intencionalidad, de manera que en realidad todo está en el lenguaje. Notablemente, en países de larga tradición democrática y sólida cultura del debate, algunas jurisprudencias eximen a la crítica del delito de difamación.