La oscuridad completa de la Sala Chile rodea, en su centro, una congelada acción teatral. Los niveles de rigor se hallan ahí bien definidos: abajo, el suceso representado; igualmente protagónica, la bóveda celeste en lo alto. Y esta última nos deslumbra más. Pero vayamos por orden. Asistimos, primero, al momento en que una joven terrorista arroja su bomba destructora del capitalista sistema imperante. Plástico y fibra de vidrio son los materiales. Aunque se trate de un acto hoy bastante habitual, ella, contradictoriamente elegante y hermosa, no alcanza a encender el combustible, que se derrama limitado a una áurea espuma solidificada. Más allá del rostro encapuchado, su gesto corporal, contorsionado y volante, emerge como epicentro de esta parte del espectáculo. Sin embargo, dentro del ámbito expresivo y formal, la región aérea resulta el gran personaje. Corresponde, además, a la imaginería más típica del autor, Norton Maza. De ese modo, sus conocidas pinturas de apoteosis barrocas se vuelcan ahora en tres dimensiones, constituyendo una auténtica superación de la heterogeneidad, de la escasez de unidad composicional y argumental de aquellos cuadros. Las exigencias propias del volumen parecen haber obligado a sintetizar, limpiar del exceso de detalles sus cielos apoteósicos.
Así, esta vez sentimos en nuestros dedos el dinamismo táctil, el torbellino de nubes duras como el mármol, disfrutamos los reflejos coloreados sobre su blancura cambiante. Los moradores característicos de ese paraje -helicópteros, aviones, habitantes diminutos en pie de guerra- asoman en la medida justa e introduciendo allí la contemporaneidad. Al mismo tiempo, desde las alturas, rayos vibrantes de luz rompen las tinieblas de la sala y vivifican a la actriz dispuesta a inmolarse. Por otro lado, en el nivel terreno de la instalación, se divisa una doble fila de gárgolas demoníacas que amarran las cuerdas que sostienen la peculiar escenografía. En este segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes, la función siempre comienza cuando el espectador llega.
Carolina Barros
Sobre todo pintura y xilografía sobre tela resulta el intermediario de los cuadros que muestra Carolina Barros en Galería AMS Marlborough. Entregan estos disoluciones de paisajes, retazos de cierros que los ahogan. Por momentos puede tratarse de mallas metálicas desgastadas, de tablones de madera corroídos o de simple tela a punto de deshacerse. Son límites elaborados con austeridad y cierto sentido de abstracción. En los testimonios más interesantes, la materia que busca clausurar la naturaleza ya se confunde con un secano de espinos -"Faena II", típico panorama al norte de nuestra capital-, ya lo enfrenta a la tabla invasora: "Registro de faena". Por su parte, tres amplios lienzos, vecinos en la sala principal, proporcionan la visión convincente del proceso paulatino de demarcación territorial. Además, cada uno vale por sí mismo. Comienza el desarrollo por entregarnos el paisaje todavía dominador -"Faena"-, bajo un desvencijado cortinaje transparente. Luego -"Segmento nativo"- la separación se hace más definida, aplastando a la naturaleza. Concluye la serie con la absorción del ámbito natural, engullido por la clausura triunfante: "Inicio de faena". El tema de la separación por medio de la malla escarlata conduce a un contrapunto, acaso, menos sutil que en los trabajos antes mencionados; y se torna decididamente pobre en "Registro de malla", de dimensiones menores. Un video que registra la realidad brutal de la exclusión mediante la acción -acaso apaciguadora- de cubrir de blanco el muro completa el conjunto expuesto.
Diego Santa María
Si el límite -esta vez oceánico- constituye también el pretexto de la exhibición del treintañero Diego Santa María en Galería NAC, un accidente fortuito la materializa. De esa manera, el desborde inesperado de hormigón sobre la naturaleza, durante la construcción de un edificio junto al mar, ha sido el punto de partida. Así, gruesos pedazos de ese material y los vegetales arrasados, formando volúmenes compactos, fueron rescatados por el autor. Los hay de distintas dimensiones e incluyen las plantas costeras solidificadas. Debe destacarse el montaje del conjunto de piezas pequeñas -un adecuado y liviano armazón metálico- y la gracia innegable de las formas de ellas. En cambio, los trabajos premeditados con pelotas de fútbol parecen más convencionales. Del par de pinturas abstractas sobre espeso formato negro exhibidas, aunque interesantes ambas, la sometida a una mayor síntesis nos convence mejor.
El rapto
Barroca y bien conseguida instalación de Norton Maza
Lugar: Sala Chile del MNBA.
Fecha: Hasta el 8 de mayo.
Territorio restringido
El conflicto entre naturaleza y cierre artificial, en Carolina Barros
Lugar: Galería AMS Marlborough.
Fecha: Hasta el 23 de abril.
Borde costero
El rescate volumétrico de Diego Santa María de un accidente fortuito
Lugar: Galería NAC.
Fecha: Hasta el 16 de abril.