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Cartas
Martes 22 de marzo de 2016
Nuestra Constitución histórica
En 1975, Jaime Guzmán escribe: "Nadie que lea el texto de la Constitución de 1925..., y que lo confronte con la realidad político-institucional imperante, puede adquirir un verdadero convencimiento de que aquella está vigente... La Constitución de 1925 está muerta en la realidad práctica y, lo que es aún más importante, en la mente del pueblo chileno". Guzmán puede decir esto porque mediante la redacción del DL N° 128, que define a Pinochet y la Junta Militar como sujetos de poder constituyente, efectivamente ha destruido el poder constituyente del pueblo que daba vida a la Constitución del 25. Mediante ese decreto, Guzmán borra de un plumazo ciento cincuenta años de la historia constitucional. Le es posible ahora partir de cero y escribir una nueva historia sobre una página en blanco.
Guzmán procede así porque concebía la democracia definida por la Constitución del 25 como un sistema desbocado que conducía inevitablemente al totalitarismo. Solo un régimen de representación gremialista, como el vigente en España, podía evitar ese desenlace. Había decidido que la formación de ese nuevo régimen debía fundarse en una nueva Constitución. Pero esa creación constitucional hacía necesario apelar a la noción de poder constituyente. Con osada temeridad declara muerta la Constitución y rompe con los principios de un constitucionalismo republicano y democrático.
A cuarenta y dos años de ese decreto, Arturo Fontaine ahora examina las tres opciones que se han abierto para el debate constitucional actual. La primera es optar por una reforma de la Constitución del 80. La segunda es "comenzar con una hoja en blanco, es decir, imitar lo que hizo el régimen del general Pinochet". Rechaza ambas opciones, y respecto de la segunda afirma: "Pienso que dejar atrás la Constitución del 80 significa no solo dejar atrás tales y cuales normas, sino que alejarse del arrogante espíritu fundacional que la anima. Ocurre que Chile no es una página en blanco, ocurre que la democracia chilena no es una página en blanco... Partir de cero le resta credibilidad al nuevo texto constitucional y desmerece nuestra propia historia".
Esto lo lleva a plantear una tercera opción y se pregunta: "¿Por qué no retomar la Constitución del 25?". Y añade taxativamente: "La nueva Constitución debe ser una modificación de la Constitución que regía antes del golpe militar del 73". Con esto Fontaine cuestiona y desafía frontalmente la decisión de Guzmán. Y este desafío encuentra su fundamento en la noción de legitimidad, que debe ser iluminada, como piensa Fontaine, desde una interpretación de la historia.
La historia enseña que Guzmán funda la legitimidad de la Constitución del 80 en su promulgación por parte de Pinochet y la Junta Militar en virtud de su ejercicio del poder constituyente. La historia también enseña que los plebiscitos de 1988 y 1989 destruyen el poder constituyente de Pinochet, lo que permite al pueblo de Chile recuperar su sitial como sujeto del poder constituyente. ¿Qué obstáculos encontraría el legítimo constituyente actual para revertir la decisión de Guzmán y restaurar, en toda justicia, la Constitución del 25, y luego proceder legítimamente a su completa y exhaustiva reforma, como propone Fontaine? ¿Cuál sería el obstáculo para restaurar selectivamente, y en plenitud, sus artículos 109 y 110, reformados por la ley 17.284 del 23 de enero de 1970, referentes a la función de los plebiscitos? ¿No se abriría así la posibilidad de evitar una asamblea constituyente originaria que parta de cero, y así restaurar "la continuidad necesaria entre presente y pasado" de que nos habla Gabriel Salazar, para evitar el "salto al vacío" y la "vaguedad de la utopía" que teme?
Los chilenos hemos pagado un alto precio por la decisión de Guzmán de reconocer a Pinochet como sujeto del poder constituyente originario, y de destruir así la Constitución histórica de nuestra Independencia. En ella tiene su origen y se afinca la cadena de legitimidad que une a las cinco repúblicas históricas identificadas magistralmente por Pablo Ruiz-Tagle en nuestro libro "La República en Chile". Lo que Fontaine propone ahora es restaurar esa legitimidad republicana para seguir perfeccionando el sentido democrático de nuestra Constitución histórica.
Renato Cristi