Alentador es el inicio del Presidente Mauricio Macri. Ha dado pruebas de buen gobierno. En tres meses reinsertó a Argentina en la comunidad internacional. Las visitas del Presidente Hollande, del Primer Ministro Renzi y del Presidente Obama lo confirman. Antes casi todos se irritaban con Cristina y lo que representaba.
El acuerdo con los acreedores extranjeros, la reducción de los impuestos a las exportaciones y el término del cepo cambiario son logros fundamentales: aumentarán las exportaciones, las inversiones y los créditos indispensables para sortear la ominosa herencia Kirchner.
Las cifras oficiales de la gestión de la Presidenta Cristina Fernández son alarmantes y las reales, terroríficas. Si Argentina fuera una empresa, estaría al borde de la quiebra.
Ya es un mérito que una nueva alianza política, Cambiemos, se proyecte e interrumpa una sucesión, por medio siglo, de presidentes peronistas y radicales.
Lo que viene no es fácil: controlar la inflación, retomar el crecimiento y mantener la gobernabilidad. El año próximo habrá elecciones parlamentarias y, entre medio, medidas impopulares para corregir los subsidios clientelistas, estabilizar la moneda, ajustar el gasto público y afrontar las repercusiones de la gravísima crisis de Brasil, su principal socio comercial, otra víctima del populismo.
Obligado a diversificar el comercio exterior argentino, se deberán impulsar tratados de libre comercio y revisar el maltrecho Mercosur, en sintonía con la Alianza del Pacífico. También mejorará el clima político y la democracia en Latinoamérica con el alejamiento de Macri de los gobiernos populistas que controlan o inhiben los organismos regionales.
Aumentan las convergencias con Chile, más allá de la frontera compartida y de una histórica cooperación desde la Independencia, que fuera interrumpida por los Kirchner.
Se presenta una oportunidad histórica de convenir una nueva etapa entre Chile y Argentina. Debe ser una prioridad con una agenda significativa, que apunte al largo plazo. Hay excelentes embajadores a cada lado de la cordillera capaces de proponerla.
El plan debe comenzar por vencer a la burocracia en la gestión de los pasos fronterizos, en que cada funcionario y servicio defiende su poder con sistemas anquilosados, insistiendo en formularios en vez de la simple exhibición y digitalización de las cédulas de identidad; que se opone a contemplar controles aduaneros y sanitarios selectivos, delegados en un solo funcionario; y que se resiste a fórmulas para compartir informaciones. Todo ello a fin de evitar la repetición de trámites en ambos países.
Más allá de la eficiencia, la clave para Macri es convencer a los argentinos de que no hay plan B para superar la crisis. Le será más fácil si prueba que su gobierno está decidido a combatir el populismo y la corrupción imperante que secuestra el inmenso potencial argentino.