El centro de esta película es la partida de ajedrez por el título mundial jugada entre el retador norteamericano Bobby Fischer y el campeón soviético Boris Spassky, entre julio y agosto de 1972. Fue, probablemente, el juego ajedrecístico más publicitado de la historia y se revistió de una connotación política global, como la confrontación entre la inteligencia occidental y la del bloque soviético, en un momento histórico en que cualquier medición era una batalla de la Guerra Fría.
El filme sigue la historia de Bobby Fischer desde 1951, cuando tenía 8 años, vivía con su madre, Regina, suizo-judía, y con su hermana Joan, y se perfilaba como un precoz prodigio del ajedrez. Antes de los 16 años ya había obtenido el título de Gran Maestro y pensaba en llegar lo antes posible al campeonato mundial.
En la cinta, el Fischer adulto (Tobey Maguire) ha desarrollado hasta el extremo la obsesión de ser vigilado, que carga desde niño, alimentada por las advertencias de la madre (Robin Weigert) sobre las acechanzas del comunismo. Los ruidos menores, las sombras, las conversaciones y las pisadas, todo lo pone en guardia y lo asusta.
Cuando se propone retar al campeón Spassky (Liev Schreiber), lo asesoran el abogado Paul Marshall (Michael Stuhlbarg), preocupado de inferir una derrota política a la URSS, y el sacerdote Bill Lombardy (Peter Sarsgaard), preocupado de los efectos que puede tener el desafío en la salud y la integridad emocional del jugador. Es un equipo con intereses divergentes y actitudes contrastantes.
Fischer eleva continuamente sus condiciones a sus asesores, la mayoría de ellas económicas. Aunque está seguro de ser el objeto de una vasta conspiración en la que mezcla a soviéticos y judíos, Fischer se resiste a ver su desafío a Spassky como una acción política. Como percibe el cura Lombardy, la medición de Fischer es más acerca de sí mismo: "Lo que no sabe es qué va a pasar si gana".
La partida por el título mundial, a 24 juegos, se realiza en Reikiavik y ocupa la mayor parte del metraje. El director Edward Zwick concentra sus esfuerzos en interpretar, no las ideas, sino las percepciones enloquecidas de Fischer, que avanzan rápidamente hacia la psicosis paranoica. Amplifica los ruidos, prolonga los silencios, magnifica los ojos, se esfuerza por replicar las exageradas alarmas de su personaje.
Esto está conseguido y da a la obra su espesor dramático, aunque nunca lleguemos a saber lo que Fischer piensa. Para ser justos, tampoco han llegado hasta allí otras películas, como
En busca de Bobby Fischer, de Steve Zaillian. Quizá haya que admitir que Fischer fue realmente un enigma. En todo caso, no es fácil convertir un torneo de ajedrez en un drama intenso y Zwick lo consigue optando por el camino más astuto del drama psiquiátrico.
Pawn sacrifice Dirección: Edward Zwick.
Con: Tobey Maguire, Liev Schreiber, Michael Stuhlbarg, Peter Sarsgaard, Lily Rabe, Robin Weigert.
115 minutos.