Pensar que Sebastián Beccacece se va a ir de Universidad de Chile o que la concesionaria Azul Azul va a despedirlo es más bien una expresión de deseo (o clamor en algunos casos) del hincha deprimido que un hecho con algún sustento de realidad. Por cierto que la directiva del club que lo llevó cometería un tremendo error si es que llega a cesar al entrenador, yerro de la misma dimensión como puede ser haberlo contratado a la luz de los actuales resultados.
Beccacece no ha dado pie con bola durante su instalación. Desde que partió lastimó su imagen, que venía dañada por el episodio Sampaoli-Selección. Cuando comenzó a estructurar y desahuciar a jugadores del plantel antes que el campeonato pasado concluyera y que el técnico de aquel entonces (Martín Lasarte) enfrentara su última charla técnica en la concentración del equipo, dio un paso en falso. Luego, vendrían varios más en la composición de la plantilla y en declaraciones públicas y comentarios privados donde varios futbolistas aparecían como prescindibles y posteriormente confirmados por quien días antes los había marginado.
Ni hablar de las presentaciones en la cancha, que lo evidenciaron como un entrenador en etapa de formación, sin un sistema de juego definido ni un modelo capaz de sustentarse más de dos partidos seguidos, y con una continua rotativa de nombres y esquemas que bien pueden interpretarse como maniobras para una búsqueda desesperada de identidad futbolística.
Como corolario para su triste etapa en la U, aparecieron de su boca esas desafortunadas adjetivaciones que intentaron explicar los rendimientos negativos, propias de un observador apasionado que de un analista técnico, con escasísimo aporte crítico y muy poca profundidad conceptual.
El entrenador ha dado gala de toda su inexperiencia competitiva como líder. Pero también se ha encontrado con un grupo de ejecutantes que muestra mucho más solidaridad y empuje para apañar a su jefe en las derrotas que para proponer en la cancha fórmulas que logren burlar la contrariedad, el mal desempeño y la desorientación. Esta característica es la más desgarradora a nivel global: este plantel de la U ya no tiene respuesta para la superación colectiva y sus talentos individuales carecen de la fortaleza para hacerle frente al desplome generalizado.
Pese a su frustrante debut, a Beccacece hay que darle otra oportunidad. Aunque este domingo pierda con Colo Colo y termine este torneo arrancando de los descendidos y muy lejos de los liguilleros. Si prima en Universidad de Chile una lógica de inversión, para el próximo semestre el DT habrá aprendido, hasta por descarte, qué es lo que no debe hacer ni repetir en el siguiente torneo. Tendrá la opción, con "trabajo de campo", para armar su equipo y sobre sus hombros conocerá el peso de dirigir a un grande. Ahí sí que Beccacece no tendrá defensa ni ataque que esgrimir.