Señor Director:
Fernando Atria entra al debate sobre la resurrección de la Constitución del 25 para recordarnos que la idea es suya. La escribió hace un tiempo en ese libro en que también defendía el "decretazo" y otras trampas. En ese contexto, la propuesta no debiera generar preocupación. Pero el hecho de que otras personas la hayan suscrito me lleva a profundizar en algunos puntos.
La fórmula propone revivir la Carta del 25, pero, se dice, sin que ello implique una adhesión a su contenido. Es esa una primera contradicción: si se propone reemplazar esta Constitución por otra, la principal razón debiera ser que esta última tiene un mejor contenido. Pero ahora resulta que el contenido defectuoso de la del 25 no importa. La justificación, nos dicen, serían otras dos: i) que ese texto "fue aceptado por todos" y ii) que, por esa vía, se evita que un sector político "favorecido" deba concurrir a aprobar la reforma.
El primer argumento es, ante todo, discutible desde la perspectiva histórica. Además, que supuestamente haya sido aceptado por todos no quiere decir que hoy lo sea y mucho menos que justifique desconocer que la Constitución vigente vale. Por último, si lo que se busca es un texto "aceptado por todos", también cumple tal requisito la actual Constitución en su versión del año 2005, si es que le creemos a Lagos.
El otro argumento esconde una trampa: ¿a quién beneficiaría la Carta del 25, en su versión del 71? Sostengo que el texto actual, salvo ciertas reglas muy específicas, no favorece a ningún grupo particular. En el Congreso, mientras fue minoría en el gobierno anterior, la izquierda también recurrió al Tribunal Constitucional. Y en los tribunales y ante la administración, todos la invocan por igual sin que haya, a priori , nadie favorecido. Y es que las constituciones mutan; y la que fue concebida como la Constitución de la subsidiariedad hoy está, en su aplicación, muy lejos de serlo. Pero algunos insisten en que hay unos perjudicados y otros favorecidos. Si así fuera, cuestión que como dije no creo, sería bueno sincerar también quiénes son los privilegiados con el nuevo texto. Porque si lo que se busca es "privilegiar a otros", el argumento muestra su verdadera cara.
En definitiva, hacer como que esta Constitución no vale transforma en un imposible la discusión sobre cambio constitucional. Ello, por cierto, salvo que se promueva hacerlo, como alguna vez adelantó Atria, "por las malas".
Sebastián Soto V.
Libertad y Desarrollo