Nunca deja de asombrar encontrarse con obras de arte ya desde el comienzo mismo de la existencia cierta del hombre. De Occidente sólo citemos dos cumbres bien conocidas, Lascaux y Altamira. Muy posteriores, en cambio, los testimonios del Nuevo Mundo, por menos conocidos resultan más sorprendentes. Si de Sudamérica se trata, hoy se está mostrando en Santiago lo más espléndido de los Andes precolombinos. Es que no deja de ser un privilegio contemplar ocho tejidos de Paracas. Los hallamos en el recién renovado Museo Chileno de Arte Precolombino. Su importancia y el buen montaje obligan la visita del público que se estime culto. De partida, eso permite detenerse en la plaza Montt-Varas, el recinto al aire libre con mayor carácter de la capital.
La zona arqueológica de Paracas está situada junto al mar, en una península del departamento de Ica, provincia de Pisco. Un conjunto suculento de enterramientos se ha ido desenterrando de su necrópolis. Se trata de tumbas de los miembros principales de una sociedad aristocrática, cuyos chamanes o hechiceros, al parecer, desempeñaban un rol muy destacado. Para deleite nuestro, como bien se sabe, cada cadáver momificado ofrece el peculiar atributo de hallarse recubierto por una serie de mantos superpuestos. Tejidos a telar y bordados a mano con algodón, lana de camélidos -llamas, alpacas, vicuñas- y teñidos con vegetales, alcanzan un particular refinamiento multicolor. Al verlos, no parecen creados hace dos mil años.
Más admirable aún resulta su riqueza iconográfica. De una fantasía inagotable, las piezas exhibidas se diferencian suficientemente entre sí. Y su diseño geométrico consigue el equilibrio perfecto, el orden indispensable, el ritmo más preciso para tanta exuberancia formal. De esa manera, sobre fondo parejo negro, rojo o castaño oscuro, las diversas figuras van colocadas dentro de cuadrados, al modo de un damero donde cada unidad opera por sí misma y como un total. Una guarda textil entera, también decorada, corre por los costados largos, mientras ésta se vuelve parcial por los lados cortos. Se supone que el empleo de la geometría servía, además, para identificar a las distintas familias o, acaso, como rudimento de un alfabeto. No obstante, esta circunstancia importa bastante menos que la imaginería portentosa que cada tela sostiene. En el fondo es una transfiguración de los propios hombres de Paracas, de sus enemigos y dioses, de la flora y fauna que los rodeaba: felinos, peces, pájaros, serpientes. Se nos entrega un mundo personalísimo, sin parangón en Occidente y, en alguna medida, coincidente con Oriente.
Entre los mantos funerarios expuestos hay uno, Ser mítico de los grandes ojos, con diseños por ambos lados; es más tosco y monocromo. Los demás logran, en cambio, un particular dinamismo a través de la dosificación del color. Así, Ser mítico de la agricultura escalona cada uno de sus cuadrados en alusión acaso al cultivo andino en terrazas, en cambio Seres de los grandes ojos restringe su cromatismo rojo dominante, blanco, apenas verde y con fondo negro. Por su parte, Figuras zoomorfas de dos cabezas -animales muy estilizados y una cabeza en cada extremo del cuerpo- presenta un borde ancho y una gran variedad en sus detalles. Sin embargo, los tres protagonizados por hechiceros constituyen los tejidos más hermosos, cumbres de la exposición visitante. Al mismo tiempo, las figuras se vuelven visualmente más libres puesto que ya no van dentro de cuadrados, alcanzando un extraordinario vigor plástico, eso sin perder para nada orden y ritmo rigurosos.
Tenemos, así, la enorme riqueza formal de Chamanes de las orcas. Su exquisito colorido múltiple, donde relumbran amarillos y asomos de celeste, muestra personajes con máscaras, coronados a ambos lados por el pez. En Chamanes encorvados, un dibujo especialmente perfilado sobre fondo rojo define los multicolores brujos de encogida posición, pero provistos de bastones y una cabeza cortada cogida por su mano alzada. En tanto, la anchura de su guarda lateral otorga soporte negro a figuras de mayor formato. Asimismo, de líneas muy bien definidas y variedad cromática -con rojo o negro como soporte-, Chamanes en vuelo demuestra una riqueza iconográfica inesperada. De ese modo, sus hombres voladores, de rostro tatuado o pintado, erguido y coronado por diadema y plumas al viento, dejan ver sus cuerpos y piernas contorsionados de manera tal que producen el efecto insólito de desplazamiento etéreo. Por último, una curiosidad remata la notable exposición de nuestro museo precolombino. Se trata de una miniatura compuesta por manto, gorro y un rudimentario penacho emplumado.
Mantos funerarios de Paracas: ofrendas para la vida
Gran exhibición textil venida del Perú
Lugar: Museo Chileno de Arte Precolombino
Fecha: Hasta el 6 de junio