La cuarta temporada de "House of cards" -ya disponible en Netflix- es una gran muestra de dónde se dibujan los límites entre ficción y realidad. También es pavorosamente cercana, ya que en esta entrega de la saga política de los Underwood la presidencia del país es amenazada por la ambición de quien es casi imposible de controlar: un familiar.
Claro, no es novedad que en el matrimonio que integran el despiadado Frank Underwood (Kevin Spacey) y la hierática Claire (Robin Wright) las agendas personales se interpongan constantemente en el ascenso del otro, relegando a un segundo plano las relaciones filiales y, hasta las mazmorras, el interés de una nación. Pero sí es un avance de esta temporada el mostrar abiertamente el que esa avidez de poder bien puede estar determinada genéticamente, enraizándose generaciones atrás.
En la cuarta entrega de "House of cards" el rol de productora que asume Robin Wright hace que su personaje cobre una incontrarrestable presencia dramática. Ya desde los primeros capítulos asistimos a la exposición de una progenie familiar que no solo explica de dónde viene su frío garbo, sino también su inescrutabilidad. La madre de la señora Underwood, interpretada por una álgida Ellen Burstyn, aporta una densidad dramática al personaje de Claire que, hasta ahora, le ha sido negada por los creadores de la serie a Frank.
Con el enemigo en casa, con una puesta en pantalla donde el blanco y el negro son polaridades que tiñen ya no solo el vestuario de los personajes y sus emociones, sino también algunos de los cuadros más críticos de la acción, "House of cards" despunta su nueva temporada haciendo casi innecesario revisar cualquier entrega anterior.
Qué más se necesita saber que ambos son ambiciosos, despiadados y encantadores... Políticos, al fin. Con esos aprendizajes ya ganados en el camino de los Underwood a la Casa Blanca -y en el seguimiento de cualquier hecho político real de allá o acá-, ahora podemos entregarnos a entender por qué y hasta dónde harán lo que tienen que hacer para triunfar. Y es junto en ese punto donde la ficción nos permite experimentar algo que no se le acepta a la realidad: un estándar ético que cede ante la entretención. Empatizar con los líos de familia y política es algo que solo se acepta en creaciones como "House of cards". El resto es para noticiario central.