Luego de 10 años de publicar solo poesía y ensayo -entre ellos, La voz extraña, en Ediciones UDP-, Fabián Casas volvió a la narrativa, con una novela cuyo tenue hilo conductor pasa por la redacción de un diario, por un colegio que es la penúltima estación de los repitentes y donde se forja una extraña secta, por una fiesta en la casa de la abuela de un periodista, por la práctica clandestina del tripping o escalamiento urbano. Aunque parece haber un protagonista -Andrés Stella, periodista-, se trata más bien de una historia coral, de una sucesión de episodios, de historias que tienen una base real -por ejemplo, la de la revolucionaria peruana lectora de la poesía de Javier Heraud- y de otras que se disparan hacia un futuro relativamente cercano. El periodismo podría ser también un personaje protagónico: las maquinaciones del dueño del diario apuntan a lograr la revolución definitiva, el periodismo sin periodistas.
El colegio para repitentes y el diario se entrecruzan por la investigación del caso Galarraga, el profesor que creó una secta demoníaca que duró poco tiempo por su deriva peligrosa para la vida de las personas. "Las personas que nos cambian la vida, que hacen que esta vida horrible sea intensa, duran poco", dice uno de los pupilos de Galarraga, cuya historia igual se cuenta por medios indirectos, a través de entrevistas, de transcripciones de interrogatorios y de la voz de algunos de sus discípulos. A veces, Stella habla en primera persona; otros capítulos tienen un narrador que da cuenta de lo que ve; en otros, las voces narrativas se alternan y cambian en medio de un párrafo. Todo esto revela un quiebre evidente en el estilo narrativo de Casas, antes más intimista, centrado en su barrio y en su familia. Esta novela es más audaz, con registros más variados y ciertamente bien utilizados, además de contar con un puñado de entrañables personajes como la Garza, la Giganta, el Flaco Pantera, la Porota, El Sereno, Blanca Luz, Pachuli. Todo el conjunto de materiales diversos tiene como soporte la historia de Argentina (y algo de la de América Latina) en las últimas décadas, aunque no se precisen demasiado las fechas. Episodios demenciales como la elección de la alumna más fea del colegio alternan con el puro y duro anhelo de sobrevivencia o de encontrar, en alguna parte, la intensidad que aleja el horror; y por eso la novela despierta inesperadas resonancias lejos del lugar en que fue escrita y su lectura, más allá del humor y el cariño, despierta preguntas que no dejan de inquietar.
Fabián Casas
Emecé,
Buenos Aires, 2015.
224 páginas.