Siempre que se inicia un proceso técnico en el seleccionado es bautizado como "la era" del técnico de turno. Pero esta vez no se escucha ni se lee que esté empezando "la era Pizzi". ¿Qué era es, o no es ninguna?
No es casual que esto suceda, pues no parece que esté comenzando algo preciso o que esté terminando un proceso. Lo único que está claro es que se produjo un gigantesco desastre directivo-técnico. Lo de Jadue se veía venir hacía mucho tiempo por quienes se sienten con la obligación de mirar y ver, y lo de Sampaoli también se venía anunciando muy claramente. El desastre ni era imprevisto ni imprevisible.
Y ahí estamos, en un paréntesis de la historia del seleccionado.
Lo que en estos días sucede nos puede llevar al éxito o al derrumbe. Nada está asegurado ni puede predecirse. Ningún cálculo merece más respeto que otro.
Un hecho que consta es que la espectacular generación de futbolistas de dos mundiales ya no es la misma. Eso está demasiado a la vista en las campañas que vienen cumpliendo en sus clubes. A excepción de Claudio Bravo, hoy no hay otro indiscutido en los grandes conjuntos europeos. Esto, por supuesto, no es ninguna novedad; se trata de un grupo muy jugado, muy exigido. Además, el jugador chileno nunca ha tenido la constancia superior de los buscadores de la gloria.
Quien conocía mejor que nadie este desgaste era precisamente el anterior entrenador, que sabía, seguramente, que ese grupo excepcional ya no estaba para exprimirlo más. Y simplemente se fue, después de permitir la salida de su ayudante.
Por lo tanto, Pizzi se encuentra con un plantel que no es el que era (y que tiene, además, lesiones y castigos) y que debe buscar recursos en un medio local con nivel escaso en su campeonato y con una comentada ausencia de valores.
Ahora bien, ¿es un mal campeonato el nuestro? La real evaluación de un torneo se produce en el cotejo internacional y nuestro balance, en ese sentido, es malo. El comportamiento de los equipos chilenos ha sido y sigue siendo mediocre. Por lo tanto, es tentador creer que tenemos un campeonato de escaso nivel, a ratos elevado por muy buenos partidos, de alta intensidad y emoción. Y que se juega, además, en bellos estadios, lo que ayuda a la escenografía más amplia.
Ahora, ¿tenemos buenos jugadores? Jugadores de alto nivel, seleccionables. No parece. O, al menos, no tuvieron opción en el proceso anterior. Y como tampoco hubo inquietud por trabajar las inferiores en la era Jadue-Sampaoli, el panorama de las sucesiones es incierto, por decir lo menos.
Dicho con toda claridad: la anterior dupla directivo-técnica del fútbol chileno se dedicó a exprimir a una generación excepcional en su propio beneficio. ¿Y qué dejaron? ¿Un título? ¿Vale un título un futuro? Nos han dejado casi sin nada.
Si los dioses del fútbol se apiadan de nosotros, tal vez respalden a esta nueva dupla de Salah y Pizzi, que tiene trazas de honorable, y nos brinden una nueva era.