Señor Director:
Ante la notificación de la condena por homicidio y posterior traslado a la cárcel del ya octogenario señor Sergio Arredondo,
el señor Arancibia Clavel (carta del viernes 19 de febrero) se pregunta si esto no será más crueldad que justicia.
El señor Tomás Pascual Ricke (carta del lunes 22) considera, en cambio, que, ante la crueldad de los actos cometidos por el Sr. Arredondo, estamos en presencia de una justicia que tarda pero al fin llega. Si me permite dar una opinión muy personal, diría que ambos tienen la razón y esto es tanto justicia como crueldad.
Durante 42 años he escuchado testimonios escalofriantes sobre la saña con que el Sr. Arredondo dirigió la mutilación y asesinato de personas indefensas, entre ellas mi hermano Eugenio.
Nada habría deseado tanto como que el Poder Judicial siguiera un debido proceso que eventualmente condenara y castigara como correspondía a esos hombres poderosos, fuertes y despiadados. Lamentablemente eso no ocurrió, y 42 años más tarde, en un fallo del cual pocos se enteraron, se termina por encerrar a un octogenario frágil y vulnerable. Una piadosa demencia libra a Arellano Stark.
En lo personal, habría preferido mil veces que, tras acreditar los hechos, se hubiese informado ampliamente a la opinión pública sobre lo que verdaderamente ocurrió con la misión encabezada por Arellano y Arredondo y se despejaran los mitos y falacias con que por tantos años se disfrazó la verdad. Creo que un mea culpa del Sr. Arredondo habría contribuido mucho más a sanar las heridas que encerrar a un anciano. La verdad es infinitamente más valiosa y sanadora que el castigo.
María Alicia Ruiz-Tagle Orrego