Es difícil describir voces, al menos en sus particularidades sutiles. Quiero determinar en qué sentido la voz de Alodia Corral no se parecía a otras voces y me cuesta dar con el punto. Quizás lo que hacía única a esta voz atemperada, acolchada, era el modo en que transfería tranquilidad. Era una voz hecha para la tarde, que a su influjo radial parecía más extensa, más honda.
Es asombroso constatar, ahora que Alodia Corral ha muerto, a cuánta gente de generaciones distintas le marcó la vida en los espacios más íntimos y menos comunicables, en las horas muertas posteriores a la vuelta del colegio, con la eterna música tanguera en el fondo, nombres que ella presentaba con un afecto levemente entusiasta: Cátulo Castillo, Homero Manzi, Canaro, Troilo, Pugliese, De Angelis, Goyeneche, Soza, Rivero.
Evidentemente hay un mundo que se va junto a Alodia Corral. De hecho es un mundo que se estaba yendo hacía rato. Un Santiago barrial, de casas de adobe de techos altos, un Santiago de emporios, de boticas y de mercerías. El Santiago de la Plaza Bogotá, de la Plaza Almagro. Todo eso el tiempo lo ha metido a la trituradora, todo ha ido a dar a las ventas de demoliciones.
La misma radio, donde la locutora estuvo cuarenta años, pasó de un protagonismo total a un lugar subsidiario, irregular. Parte de la radio de hoy es como un barrio al que regresamos tras una larga ausencia y encontramos transformado hasta lo irreconocible. Abundan los programas chacoteros, fronterizos con la estupidez, con voces con carrasperas y falsetes, y chistes cuyos subentendidos no alcanzamos a captar, pero que intuimos como de doble sentido.
Es curioso que los tangos no sean un reducto exclusivo de tangómanos ni de ancianos anclados en una perdida juventud dorada o arrabalera. En la medida en que sus letras se empeñan en trazar historias, los niños les ponen siempre oreja cuando los escuchan de rebote. A mí me pasó de muy chico, en un taller, con "su nombre era Margot/ llevaba boina azul/ y en el pecho colgada una cruz". Me hizo sentido: supe que había entendido algo nuevo, a pesar de lo provecto.
Se fue Alodia y es difícil pensar que alguien va a tomar esa antorcha. Hay capítulos que simplemente se cierran para no continuar. Sucedió antes con Julio Tapia, el de "Compases al amanecer", que cubría un rango musical más o menos equivalente pero en horario de trasnoche. Otra voz reconocible e indefinible, como la de Juan Marino, que aparte de personificar al Doctor Mortis tuvo programas de jazz y de tangos en Chile y en Trellew, en la Patagonia argentina. Sin ser hipnotistas ni psicólogos, los tres tuvieron en común la cualidad de bajarle al auditor la frecuencia de la ansiedad, lo que en estos tiempos puede considerarse una especie de redención.